Exposición del cuerpo de San Buenaventura de Zurbarán
Esta tela pintada al óleo por Francisco Zurbarán en el año 1629, en la actualidad se conserva en el museo del Louvre de París.
Zurbarán recibió el encargo de realizar cuatro cuadros de grandes dimensiones, como éste de 250 x 225 cm, en los que tenía que ilustrar la vida de san Buenaventura, unos cuadros que estaban destinados al Colegio de los Franciscanos de Sevilla, y que acompañarían a otras cuatro obras pintadas por el pintor barroco español Herrera el Viejo, que también reflejaban otros episodios de la hagiografía de este santo.
Concretamente en el lienzo de la Exposición del cuerpo de San Buenaventura, nos presenta el cuerpo del santo y entorno suyo se disponen el resto de los personajes, algunos de ellos perfectamente identificables como el Obispo de Lyon, el rey Jaime I de Aragón y el Papa Gregorio X, estando estos dos últimos señalando con sus manos al verdadero protagonista del cuadro: el santo.
La aparición de estas figuras históricas en la obra dio lugar a que el pintor llevara a cabo una serie de retratos, en los que no hace ninguna concesión a la perspectiva, y nos lo presenta con un ritmo unitario.
No obstante, el gran protagonismo de la composición se lo lleva la diagonal blanca que supone el cuerpo del santo difunto, que todavía destaca más al situarlo sobre el rojo adamascado del catafalco que sustenta el cadáver. Y a partir de esa llamada de atención se disponem el resto de personajes, para los que elige una pose distinta en sus gestos y en sus actitudes. Si bien prácticamente todos ellos los realiza usando tonos oscuros. Una oscuridad que conduce al colorido de las vestiduras del Papa situado a la izquierda junto al rey. Mientras que todo parece quedar enmarcado por los frailes arrodillados que hay ambos lados de la tela.
Se trata de una obra con cierta excepcionalidad dentro de la amplia producción religiosa de Francisco de Zurbarán, ya que aquí cuidó mucho el aspecto de los personajes y los tonos con los que retrató sus rostros.
Unos rostros que en general están pintados con tonos vivos, lo cual contrasta enormemente con los tonos tierra en los que representa la cara de san Buenaventura. Todo un juego de luces para iluminar las caras desde el lateral izquierdo de la escena, que inevitablemente parece conducir la mirada hacia uno de los personajes arrodillados a la cabeza del santo. Un joven personaje que parece salir por completo de la oscuridad y que apoya la cabeza sobre su mano y mira fijamente al santo, al mismo tiempo que se ve como otro compañero le está consolando con unas palabras susurradas al oído. Esta curiosa figura, de la que solo se distingue su cara, se ha venido interpretando como un símbolo que quiso incluir Zurbarán, tratándose de una imagen con la que querría representar la esperanza en la vida ante la visión de la muerte.