La Gare Montparnasse de Chirico
Giorgio de Chirico fue un pintor de origen griego (1888 – 1978), precursor de una de las vanguardias más singulares del siglo XX: la pintura metafísica.
Su trayectoria vital está repleta de viajes, comenzando con su propio nacimiento, ya que vino al mundo en Grecia, dada la profesión de su padre como ingeniero ferroviario que acudió al país heleno para construir el trazado que uniría Atenas y Tesalónica. Este dato es sumamente importante para su trayectoria como artista, ya que de alguna forma se crió contemplando las obras artísticas de la Grecia clásica, algo que queda patente en su pintura.
Años después de Chirico se instalaría en la ciudad italiana de Turín, y allí quedó fascinado por su arquitectura y urbanismo, especialmente por sus plazas porticadas, otro elemento que se convirtió en una constante en su obra. Pero no acabaron aquí sus viajes, ya que también estuvo en Alemania donde leyó mucha filosofía metafísica, así como conoció la obra pictórica de los artistas simbolistas de Munich.
Y otro lugar en el que residió y le influyó mucho fue París. De hecho, la obra que aquí mostramos, pintada en 1913, representa La Gare Montparnasse que es una estación ferroviaria parisina. Si bien es cierto que tal y como la presenta no tiene ninguna semejanza con la estación real.
Porque las obras de Giorgio de Chirico son pinturas completamente figurativas, pero lo que representa no son lugares reales. Tiene predilección por los espacios inmensos, abiertos y vacíos, sin tan apenas figuras humanas y cuando las hay o son de pequeño tamaño o se trata de esculturas o maniquíes. Con estos lugares, en los que se desarrollan sombras alargadas pretende representar una especie de tristeza infinita.
Con ese tipo de significados se le ha relacionado con pintores surrealistas, aunque sus pinturas no son Surrealismo en el sentido más estricto. Y sin embargo sí que tuvo una gran influencia en artistas de esa corriente pictórica como Max Ernst, René Magritte o Yves Tanguy, de hecho se dice que este último decidió hacerse pintor tras contemplar las pinturas de Chirico. Y no sólo influyó en pintores surrealistas, sino que incluso el artista norteamericano Edward Hopper reconoció inspirarse en sus plazas desiertas y en las sensaciones poéticas que le provocaban para concebir algunos de sus paisajes estadounidenses.
Y es que en general la pintura de Giorgio de Chirico en ocasiones se ha descrito más como una escritura de sueños que como pintura. Algo que hace por medio de las fugas casi infinitas en las que presenta sus arcos y fachadas, siempre a base de líneas directas y con masas de colores sencillos, o bien claros o bien oscuros, pero habitualmente fúnebres. Todo ello para expresar soledad y vastedad.
Su formación clásica se demuestra en que nunca renunció a usar la perspectiva renacentista o monumentales edificios de marcado carácter clásico, por otra parte unidos a extraños objetos. Por ejemplo, aquí vemos un racimo de plátanos que está como en un pedestal en la zona inferior derecha. Y es que es habitual que incluya este tipo de elementos de difícil interpretación que le dan ese carácter surrealista a su pintura.