La muerte de Pablo Escolar de Fernando Botero
El pintor y escultor colombiano Fernando Botero lleva muchos años viviendo gran parte del tiempo fuera de su país. Pero eso no significa que no esté enormemente unido a su pueblo. A todo el país, y especialmente a su ciudad natal Medellín, donde entre otras cosas existe la Plaza Botero, donde se ven más de una veintena de sus esculturas más emblemáticas.
También en Medellín, concretamente en el Museo de Antioquía, está el cuadro que aquí mostramos de La Muerte de Pablo Escolar. Seguramente Botero y Escobar son los dos hijos de Medellín más famosos de la historia, si bien por motivos diferentes. El primero es un artista vivo de prestigio mundial. Y el segundo fue el narcotraficante más poderoso del mundo y que finalmente fue abatido a tiros en 1993 cuando huía por los tejados de la ciudad.
Es precisamente ese momento el que pinta Botero en el año 1999. Un cuadro, en el que como en la realidad, no queda claro si lo mató la policía o fueron otros narcos rivales. El caso es que Botero pintó esta obra para reflejar un episodio clave en la historia más reciente de Colombia. El narcotráfico y la guerrilla han protagonizado gran parte de las últimas décadas del devenir colombiano, y Botero lo ha dejado reflejado en sus obras. Muchas de las cuales además ha donado al país y que hoy se pueden ver en este Museo de Antioquía o en otros de la capital Bogotá, como el Museo Nacional o el propio Museo Botero, donde también se muestra gran parte de la colección de arte que ha atesorado el artista con el paso de los años, y donde hay obras de artistas como Monet, Klimt o Antoni Tapiés, por nombrar solo unos pocos.
Pero volvamos a sus cuadros vinculados con la historia contemporánea de Colombia, y concretamente los relacionados con el narcotráfico y el máximo representante del poderoso cartel de Medellín. Y es que unos años después, Botero volvió a pintar otro lienzo, ahora titulado Pablo Escolar muerto.
Una obra de 2006, y con la que según el propio autor quería marcar una diferencia. Mientras que en la primera de finales del siglo XX, estaba la acción y el hecho de la muerte del gran capo del tráfico mundial de la cocaína. En el cuadro de 2006, hay más reposo, el gigante ha caído y el país vive mucho más tranquilo tras pasar página con aquel suceso.
En definitiva, para los críticos ni uno ni otro, son dos de los mejores cuadros en la trayectoria pictórica de Fernando Botero. Pero lo que está claro es como evidencia los vínculos del artista con su país y su devenir.