La pintura griega y la cerámica pintada (II)
En el siglo VIII antes de Cristo, mientras se iba formulando la épica homérica, ya se crearon magníficas piezas de cerámica en torno al metro y medio de altura, totalmente decoradas con diferentes elementos que cubren toda la superficie con tonos luminosos y oscuros que varían sutilmente para dar énfasis a las diferentes partes estructurales del vaso: borde, saliente, cuello cilíndrico, hombro creciente, vientre ancho y pie afinado. Unas líneas horizontales van dividiendo la superficie en franjas que contienen distintos dibujos, mayoritariamente “grecas” y variados motivos geométricos, aunque también aparecen una serie de seres vivos como ciervos, cabras, hombres, etc. Un vaso fechado a mediados del siglo VIII antes de Cristo que se encuentra en el Museo Arqueológico de Atenas muestra en un destacado lugar, el panel entre las dos asas, una escena de una serie de plañideros colocados alrededor de un féretro. Son una serie de figuras como de palo, esbeltas, pintadas con una silueta plana. Esta gigantesca pieza cerámica fue utilizada para señalar el lugar de una sepultura, por lo que esta decoración sombría y minuciosa resultaba apropiada para este uso.
Pese a esta temprana aparición de la cerámica elevada a arte monumental, desde finales del siglo VII antes de Cristo, se empezaron a utilizar estelas de piedra pintadas o esculpidas para señalar las tumbas, e incluso estatuas de bulto redondo como los kuroi y desde entonces la cerámica recuperó la función utilitaria que la caracterizó siempre. Desde ese siglo la cerámica se decora con figuras humanas realizando diversas actividades. Como los poemas homéricos eran muy populares, los artistas pintores de vasos, reproducen narraciones basadas en ellos, abandonando y simplificando la decoración tradicional a base de dibujos geométricos, relegándolos a la zona inferior, dejando libre la zona principal para representar una historia.
En la “Crátera de Aristonotos” de mediados del siglo VII antes de Cristo que se encuentra en el Museo del Conservatorio en Roma, se representa una historia de la Odisea. Se trata del episodio en el que Ulises y sus hombres quedaron atrapados en la cueva del Cíclope, ya que éste había tapado la entrada de la cueva con una gran roca que los hombres, aunque matasen al Cíclope eran incapaces de mover, por lo que Ulises, trazó un plan, emborrachar al gigante y cegarlo para que él mismo abriese la entrada de la cueva. En la crátera la escena pintada reproduce a Ulises y sus compañeros clavando un tronco en el único ojo del monstruo, que aparece sentado en el suelo. Los hombres están dibujados con una silueta plana, excepto las caras que aparecen perfiladas. La historia se narra de manera vivaz, con una composición eficaz que hace la historia claramente inteligible. Su autor, Aristonotos, fue uno de los primeros ceramistas en firmar sus obras. Sin embargo muchos artistas de primera fila no firmaron nunca nada.
Progresivamente el naturalismo va a ir ganando camino en las representaciones de los pintores – decoradores de vasos, tratando de hacer sus historias más vivas y convincentes. Pero era difícil plasmar historias de los poemas homéricos, llenas de vida, con figuras interrelacionadas o entrelazadas, usando la técnica anterior de siluetas. Así los pintores comienzan a experimentar con los contornos, hasta que se halló la solución cuando se inventó la técnica de las “figuras negras”. El artista pintaba primero la silueta de sus figuras de manera que parecieran fuertes y enérgicas, después gravaba sus contornos y marcas interiores con un afilado instrumento que sacaba la pintura a lo largo de la línea de incisión, dejando limpios los contornos. Añadía también trozos de blanco y rojo para que las escenas tuviesen más color. El blanco y el rojo fueron menos duraderos que el negro, por lo que actualmente en muchos vasos no quedan apenas restos de los mismos.