Arte
Inicio Grecia, Pintura La pintura griega y la cerámica pintada (IV)

La pintura griega y la cerámica pintada (IV)

Publicado por Chus

orfeo-y-los-tracios.jpg

A principios del siglo V antes de Cristo, la técnica de las “figuras rojas” estaba totalmente dominada, siendo utilizada de forma expresiva, como muestra la pintura que decora una hidria que recoge el momento del saqueo de Troya. El viejo rey Príamo, se refugia en un altar, buscando la protección divina, pero un joven y arrogante guerrero le coge del hombro y se prepara para matarlo, por lo que Príamo se pone las manos en la cabeza, más en un gesto de desesperación que de protección. En su regazo yace el cuerpo muerto de su nieto brutalmente asesinado. Otra parte de la pintura muestra a un guerrero empujando a una mujer, alejándola de la estatua de una diosa a la que ésta pide protección. El mensaje es claro, viejos, mujeres, niños, los indefensos son los que sufren los horrores de la guerra.

Hasta ahora, hemos expuesto el panorama de la desconocida pintura griega, a través sobre todo del estudio de la cerámica pintada, pues no ha llegado hasta nosotros prácticamente ningún ejemplo de pintura mural, salvo el comentado anteriormente de las metopas del Templo de Thermon. Cuando llegamos al siglo V antes de Cristo, las crónicas nos remiten a un pintor, Polignoto, el más famoso del siglo (trabajó en torno a los años 475 – 450 antes de Cristo) del que, pese a que no se conservan sus obras, gracias a los escritores y, sobre todo a los imitadores de sus trabajos en la pintura de vasos, podemos conocer en que consistió su revolucionaria pintura. Estaba interesado en bosquejar el carácter humano, y lo va a hacer a través de escenas apacibles e intensas a la vez. Un ejemplo lo constituye una crátera que, con la técnica de “figuras rojas” muestra a Orfeo tocando para los tracios (conservada en el Museo de Antigüedades de Berlín). Orfeo, el músico legendario, encantador de animales, piedras e incluso de los dioses a través de sus canciones, está tocando y cantando acompañado por cuatro jóvenes tracios, que asisten a la escena con actitudes diferentes. El personaje más cercano a Orfeo por la izquierda, se ha rendido completamente a su música, ya que la escucha cautivado con los ojos cerrados. El joven que está a su izquierda descansa sobre su hombro y mira ensoñadoramente al músico, mientras que los que se sitúan a la derecha del cantante, no aparecen tan bien dispuestos, pues el que está más cerca de Orfeo le mira fijamente, enfadado y el de más a la derecha da media vuelta (se ven los pies girados) para marcharse, si bien mira hacia atrás, ya que aunque quiere no puede romper el hechizo de la música. Orfeo, ajeno a todo esto, absorto en su canción, pertenece a un mundo totalmente diferente. Era una escena adecuada para ser representada en una pequeña vasija, pero Polignoto decoraba grandes paredes con inmensas composiciones llenas de figuras que representaban diversas acciones, por lo que las distribuía por toda la pared a diferentes niveles para cubrir la superficie con los diferentes grupos. Una consecuencia de esto es que las figuras de más arriba parecían más lejanas, con lo que la pared dejó de ser un espacio plano para empezar a sugerir un espacio indefinido. Unos cuantos pintores de vasos trataron de imitar esta nueva forma de representar las figuras en el espacio, pero el brillante fondo negaba la idea de espacio y la dispersa distribución de las figuras resultaba extraña y sin sentido. Así, por primera vez, la pintura de vasos y la libre discurrían por caminos distintos.