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Madonna Sixtina, Rafael

Publicado por Laura Prieto Fernández

La conocida como Madonna Sixtina o Madonna de San Sixto es una de las obras más representativas de la producción pictórica del artista Rafael de Sanzio. Quizás la obra al completo no resulte demasiado conocida bajo los ojos del gran público y sin embargo algunos de los elementos de la pintura como los pequeños angelitos de la zona inferior o la propia Virgen María han sido repetidos hasta la saciedad en multitud de formatos.

Por otro lado debemos destacar que la obra que aquí nos ocupa presenta un nexo de unión entre la maniera típica de Rafael que se inserta en los cánones de la estética renacentista y los nuevos modelos de la Contrarreforma que se desarrollarán en el siglo siguiente y que encuentran en esta pieza uno de sus precedentes más inmediatos.

Rafael de Sanzio (1483 -1520) también conocido como Rafael de Urbino, es uno de los artistas más representativos de la pintura Italiana de todos los tiempos. Junto con Leonardo y Miguel Ángel formó la conocida como Triada Renacentista. Rafael no sólo trabajó la pintura sino que fue todo un humanista desarrollando sus habilidades en diferentes campos, además el artista trabajó para algunos de los comitentes más destacados de la época legándonos una amplísima producción artística que ha llegado hasta nuestros días.

En realidad no son muchos los datos que conocemos acerca de la procedencia o el comitente de esta pintura y mientras algunos historiadores del arte se decantan por pensar que el lienzo debió de ser encargado como parte de la decoración de la tumba de Julio II (San Sixto, uno de los santos que acompaña a la Virgen, era el patrón de la familia Della Rovere a la que pertenecía el pontífice) otros prefieren pensar siguiendo a Vasari, que el lienzo fue realizado para el monasterio de San Sixto en Piacenza.

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En esta ocasión el artista representa a la Virgen María en un espacio irreal apareciendo de entre las nueves tras un cortinaje verdoso con su Hijo en brazos. Acompañando a María se representa a san Sixto y Santa Bárbara, los cuales parece entablar conversación con el propio espectador para acercarlo a María. De esta manera Rafael ha roto con las típicas composiciones de las Sacras Conversaziones medievales, la Virgen es ahora un nexo de unión entre el mundo terrenal y el divino acercando a los fieles a su Hijo, un aspecto muy utilizado a lo largo de la estética barroca de los siglos posteriores.

Completando la composición aparecen dos pequeños angelotes o puttis que apoyados en una balaustrada se presentan con un gesto desenfadado. Junto a ellos la corona papal –supuestamente de Julio II- descansa en la esquina inferior derecha de la pintura. En la obra el artista nos presenta una composición amable y muy naturalista con figuras que inspiran ternura y cierto volumen escultórico que les otorga dignidad.

En la actualidad la obra se exhibe en la Galería Nacional de Arte de Dresde después de que fuese vendida a Augusto III de Polinia y posteriormente estuviese en Moscú tras la II Guerra Mundial.