Oficial de la Guardia Imperial, Géricault
Oficial de cazadores a caballo de la guardia imperial o simplemente conocida como Oficial de la Guardia Imperial es una de las obras más conocidas del artista romanticista Théodore Géricault; de hecho ésta será su primera gran obra, la cual le concederá una gran fama y honores.
Géricault (1791 – 1824) fue una de las figuras artísticas más destacadas del Romanticismo francés. En su vida se entremezclan datos reales y leyenda de manera que el artista se ha convertido en el ideal de pintor atormentado y sufridor tan típico de la etapa Romántica. Parece ser que su formación comenzó en los talleres de Vernet y Guérin para, posteriormente, entrar en la Academia de Bellas Artes de Paris. Su obra pronto fue muy admirada aunque el artista nunca llegó a trabajar para los círculos oficiales del arte; su temperamento inconformista y desencantado le llevó a trabajar un arte libre que le trajo más de un quebradero de cabeza. Decide viajar a Italia donde verdaderamente se siente atraído por las obras de Miguel Ángel y Rubens.
En sus lienzos se hacen patentes las temáticas románticas y las formas barroquistas que se alejan de las tendencias neoclasicistas. La pintura de Géricault se aleja de la contención, más bien todo lo contrario, sus lienzos desprenden fuerza y emotividad. Las escenas cotidianas del hombre se tratan de actos heroicos ya que para el pintor romántico no hay mayor heroicidad que sobrevivir.
En 1812 Géricault presenta en los Salones Oficiales la que será su primera gran obra este Oficial de cazadores a caballo de la guardia imperial. Realizado en óleo sobre lienzo el cuadro mide más de tres metros de altura por dos y medio de ancho y actualmente se conserva en Museo del Louvre de Paris.
La obra representa un oficial del ejército napoleónico –según numerosos estudios se trataría del teniente Dieudonné- en el fragor de la batalla; dispuesto a luchar con la espada desenvainada su caballo se encabrita y el jinete gira sobre sí mismo. El artista pone un especial énfasis en la representación del caballo, su fuerza es descomunal y permanece ajeno a las órdenes del teniente. Anatómicamente podríamos encontrar la cabeza y el cuello del animal demasiado pequeño igual que el jinete pero estos detalles no hacen sino contribuir a mostrar la potencia del animal.
El escenario está completamente abocetado, parece ser que el artista nunca llegó a concluir el lienzo completamente o más bien decidió darle ese aspecto de non finito. El detallismo del animal contrasta con un entorno polvoriento y poco definido en el que el espectador asume el fulgor de la batalla a través del polvo suspendido en el aire o los restos de cañones.
La composición del lienzo se aleja de las formas Neoclasicistas destacando la potente diagonal que marca el animal y que se cruza con la vertical del jinete. La obra desprende fuerza y energía pero también la soledad del hombre en mitad de la guerra.
Del lienzo se conservan numerosos bocetos de entre los que cabe destacar un óleo sobre papel que se encuentra en el Leicester Museum de Reino Unido.