Paisaje con arco iris de Joseph Anton Koch
A veces pensamos que la pintura de paisaje histórica siempre se ha inspirado en hacer una copia naturalista de la naturaleza, de lo que se observa realmente. Y aunque esa idea ha imperado hasta bien entrado el siglo XIX, también es cierto que siempre ha habido excepciones a ello. Un ejemplo es el pintor alemán Joseph Anton Koch (1768 – 1839) quién dejó por escrito que el arte debía transformar la naturaleza, esa era el verdadero estilo del genio del arte. Fruto de ese concepto son sus llamados paisajes heroicos, entre los que destaca su serie de Paisaje con arco iris, de los que hizo diversas versiones. Aquí os traemos la que hizo en 1815 y hoy en día se conserva en la Nueva Pinacoteca de Múnich.
Este fue un pintor viajero y comprometido políticamente. Por ejemplo pasó un tiempo en Estrasburgo y allí se unió a los jacobinos. Más tarde pasó un tiempo en los Alpes de Suiza y acabó en Roma, donde fallecería. Pero la estancia en la capital italiana fue definitiva para estudiar sus grandes referentes que no fueron otros que la literatura y el arte clásico. Eso le llevó a que sus cuadros cada vez contuvieran más relato. Como en este caso.
La vista que nos propone nos introduce en un mundo lejano, que el propio pintor ubicaba en la zona del sur de Italia o en Grecia. Hay bosquecillos, ríos, suaves valles y una ciudad de arquitectura antigua y medieval. Todo ello en un tono muy idílico. Y en lo alto aparece este doble arco iris como símbolo inequívoco de la gracia divina. Un arco iris que une cielo y tierra.
Es una obra que muestra su concepción del paisaje artístico como un poema clásico lleno de armonía. La naturaleza conserva toda su grandeza y le da un tono de dignidad a la escena. Y aunque no se le considere un pintor naturalista, lo cierto es que los detalles a la hora de pintar los árboles o la vegetación son de una delicadeza absoluta y de gran rigor. Aunque luego él utilice todos esos recursos para inventarse un lugar, un decorado para su propósito de pintar la armonía entre el hombre, la historia y su entorno.
Algo que de alguna manera delata sus propios orígenes en el Tirol, ya que este pintor provenía de una humilde familia de campesinos. De hecho desde niño comenzó a trabajar como pastor, y solo la casualidad hizo que unos forasteros que estaban de paso en su región descubrieran su talento para el arte, ya que el muchacho iba pintando por cualquier sitio, por ejemplo en las rocas o en los árboles. Así que esa habilidad llamó la atención y pronto hizo que se le pagaran sus primeros estudios. Ese fue el principio de su peculiar carrera artística.