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Patio de una casa de Delft, Hooch

Publicado por Laura Prieto Fernández

Cuando hablamos de las grandes obras de Pieter de Hooch, tenemos que desechar de nuestra mente las grandes imágenes barrocas de torsiones y movimientos extremos donde la teatralidad toma el lienzo para apabullar al espectador; nada más lejos de la realidad de las piezas de Hooch donde todo es tranquilidad e intimismo. Quizás eso es lo que ha hecho grande las obras de este artista neerlandés, que nunca necesitó grandes composiciones ni la recreación de fastuosas escenas para lograr la grandiosidad en sus lienzos; más bien todo lo contrario, esa grandiosidad se encontraba en escena simples y cotidianas que se han convertido en el testimonio de una época, de la época que el artista pudo vivir y que apreciaba en su día a día.

Hooch (1629 – 1684) cosechó el éxito trabajando principalmente escenas de género que por aquel entonces estaban consideradas como un estilo menor, pese a todo sus lienzos alcanzaron grandes sumas de dinero cosechando una carrera de éxito en su época. En esta ocasión nos centraremos en un óleo sobre lienzo que el artista pintó en la década de los cincuenta, concretamente en el año 1658 y que en la actualidad se exhibe en la National Gallery de Londres.

La obra es de formato vertical y pequeñas dimensiones, tan solo mide poco más de setenta centímetros de altura y sesenta de anchura y en ella se muestra el interior de una casa de la ciudad de Delft y cómo éste conecta a la calle principal. Por la misma época, Vermeer había pintado un lienzo que mostraba la posición contraria: desde la calle principal se apreciaba un pequeño callejón que desembocaría en uno de estos patios.

El artista ha representado tres personajes en la composición, pero parece que su presencia en la obra es meramente anecdótica. En el patio aparece una mujer que habla tranquilamente con una niña mientras las dos acceden al patio por unas escaleras. Dentro del callejón que da acceso a la calle principal, otra mujer mira absorta hacia el exterior.

Quizás lo más llamativo de la composición sea el hecho de la estructuración de los espacios; el artista nos plantea tres espacios distintos: uno el patio de la casa con iluminación natural y que queda en primer plano, un espacio intermedio que está en penumbra y hace las veces de pasillo o corredor con una estructura de ladrillo y piedra y por último, la zona de la calle a la que se asoma la mujer que nos da la espalda, donde de nuevo podemos apreciar una gran iluminación.