Retratos de familia Rivière, Ingres
No resulta sencillo encuadrar a un artista tan polifacético como Ingres en un determinado periodo artístico, si hablamos de la temática de su producción podríamos considerar el autor como uno de los grandes pintores románticos de todos los tiempos, se consagró a la estética del cuerpo femenino en alguna de sus obras más destacadas como La Gran Odalisca o El Baño Turco, a la vez que desarrolló otros temas en el conocido estilo trovador, que se basan en hechos históricos. Por otro lado, su faceta como entusiasta del dibujo nos hace encuadrar su estilo en un realismo exacerbado y si por algo debemos diferenciar precisamente la obra de este pintor francés es por su dibujo cuidado y minucioso que representa hasta el último detalle.
Jean Auguste Dominique Ingres (1780 – 1867), más conocido sencillamente como Ingres, fue una de las figuras más destacadas en la estética pictórica de su época causando una gran influencia no sólo en los pintores de su época, sino que en años posteriores sus obras continuaron siendo un referente artístico en toda Europa. En sus año de formación Ingres realizó algunos lienzos de retratos como era costumbres entre los pintores más jóvenes sin embargo, paulatinamente abandonó un género que el mismo consideraba de menor importancia. Con todo, el artista realizó algunos retratos, sobretodo acosado por las exigencias de la clase alta francesa que demandaban obras de uno de los artistas más cotizados del momento.
Es precisamente en este contexto en el que podemos encuadrar los retratos de la familia Rivière que aquí nos ocupan. El patriarca de la familia Monsieur Philibert Rivière encomendó al pintor tres lienzos en el que se representase a su mujer su hija y a él mismo. Los tres retratos fueron realizados a principios del siglo XIX, entre los años 1804 y 1806. Philibert Rivière aparece representado sedente, en un gesto desenfadado con la mano dentro de la levita. Situado al lado de una mesa con diversos documentos el militar nos mira y sonríe ligeramente. El retrato de su esposa, Madame Rivière adquiere el mismo tono desenfadado que el de su esposo; en un formato ovalado, la dama se asoma tras uno cojines con una sonrisa franca y rostro amable.
En contraposición con los lienzos de sus padres la joven Rivière parece mucho más seria y recatada en su retrato. Se trata de una muchacha joven, de unos quince años, que permanece en pie mirando directamente al espectador. Su rostro es más serio que el de sus padres, más intimista, cobijándose en su mundo interior; sin embargo la muchacha no pierde la sonrisa que se dibuja en sus carnosos y brillantes labios. Aparece ataviada con un exquisito vestido blanquecino, en el que el artista ha demostrado su pericia en la calidad de las representaciones táctiles, y guantes amarillos. La joven aparece de pie mientras que al fondo se representa un paisaje natural de la Ile de France. La joven hija de la familia Rivière fallecería tan sólo un par de meses después de que Ingres acabase su obra.