Retratos de los Portinari de Memling
Además de las cualidades artísticas y pictóricas de estas dos efigies, estas dos tablas pintadas con óleo también son un magnífico retrato del momento en que se pintaron. Fue hacia el año 1470 y las realizó Hans Memling, uno de los artistas más demandados y relevantes de la ciudad de Brujas, en la actual Bélgica, por entonces uno de los epicentros comerciales y económicos del norte de Europa. Tanto es así que allí estaba establecida la banca de la familia florentina de los Medicis.
Al frente de sus negocios habían puesto a Tommaso di Folco Portinari, el cual en un momento dado se casó como María Maddalena Baroncelli, siendo una unión que materializaba los intereses de ambas familias, pese a que había una considerable diferencia de edad entre ellos, ya que Tommasso tendría 41 años por entonces, mientras que su esposa Maddalena era una niña de solo 14 años. Con motivo de aquel matrimonio encargaron este cuadro al cotizado pintor Memling. Si bien, no iba a ser esta la única obra que iban a pagar y legar los Portinari, ya que incluso su apellido da nombre a uno de los trípticos más célebres del pintor Van der Goes.
Lo cierto es que las dos tablas de los retratos también formarían parte de un tríptico al que le faltaría en el centro una escena religiosa, que representaría un Virgen con el Niño. Una pieza que se perdió hace siglos. Por esa razón, en la actualidad se muestran en el Metropolitan Museum de Nueva York como los dos magníficos retratos que son.
Vemos a la pareja vestida a la moda flamenca, pese a su origen italiano. Y es que Tommasso estaba perfectamente asentado en la ciudad de Brujas. De hecho, tenía un estrecho vínculo de amistad con el gobernante Carlos el Temerario. Tanto es así que le prestó grandes sumas de dinero, pese a que eran operaciones bursátiles muy arriesgadas. Por ello acabó perdiendo la confianza del propio Lorenzo de Medicis para tal puesto y con los años se le obligó a regresar a Florencia.
No obstante, fue un gran amante del arte flamenco y un importante mecenas para varios artistas, incluido el propio Memling que reúne en sí mismo muchas de las características de la pintura de esta zona de Europa, al ser un consumado especialista de la pintura al óleo capaz de ofrecer colores brillantes y vivos en obras como La Adoración de los Magos o detenerse en los más exquisitos detalles, casi propios de la miniatura en obras como El Florero. Mientras que en este retrato doble hay un elemento de enorme interés. Se trata de ese marco ficticio que pintó el artista, creando una especie de cuadro dentro del cuadro.