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Juicio Final de Memling

Publicado por A. Cerra

Juicio Final de Memling

El pintor flamenco Hans Memling (1433 – 1494) es uno de los mejores exponente de cómo se fue fraguando la transición entre el arte gótico del norte de Europa y las ideas del Renacimiento que habían surgido en Italia. En sus comienzos comenzaría a pintar en tierras alemanas de Renania, pero ya siendo un niño llegó a Bruselas donde se convirtió en discípulo del gran Rogier van der Weyden quien con sus retablos y sus obras más emblemáticas, entre las que destaca El descendimiento, sería el gran referente de su arte.

Tras unos largos años en la capital de la actual Bélgica, decidió trasladarse a la vecina ciudad de Brujas, donde ya desarrolló toda su trayectoria vital y artística desde 1465. Y si bien es innegable la influencia de artistas de una generación anterior y otros más próximos a él como Dirk Bouts, la verdad es que supo crear un estilo propio y personal, como vemos en este tríptico del Juicio Final.

Un estilo que se caracteriza por su dominio del color, y por saber dotar a sus figuras de esa sensación de gracia y gracilidad. Sin olvidar nunca una característica intrínseca a la pintura flamenca, como es la atención al detalle, por nimio que este sea. Pero aún así, esa capacidad para lo minucioso, no distrae y sabiamente engloba los pormenores en un conjunto, casi siempre de ambiente reposado y tranquilo.

Todo ello se aprecia en esta obra de hacia el año 1471 que atesora el Museo Nacional de Gdansk en Polonia. Una ciudad a la que el tríptico llegó tras una singular anécdota. Y es que Memling la hizo en Brujas donde residía, por encargo de Angelo di Jacopo Tani, un italiano de los muchos asentados como agentes comerciales en esta ciudad belga. Por cierto, unos vínculos mercantiles ayudaron a que hubiera un flujo de influencias artísticas entre el norte y el sur de Europa.

Sin embargo, el tríptico del Juicio Final nunca llegó a Italia, ya que durante la travesía marítima que había de llevar la obra al sur del continente, el barco fue atacado por piratas y entre el botín que tomaron los bucaneros estaba el cuadro que llevaron hasta Gdansk para venderlo. De ahí que todavía permanezca en esa ciudad del norte de Polonia.

La obra es magnífica y posee toda la iconografía habitual de estas escenas. La tabla central nos muestra a Cristo en majestad sentado sobre un arco iris. Aparece rodeado por los Apóstoles, la Virgen, San Juan Bautista y angelotes. Mientras que abajo está el arcángel San Miguel enviando a los justos al cielo y a los pecadores al infierno.

Unos están en la tabla de la izquierda, ascendiendo por una escalera y recibidos por San Pedro ante las puertas del paraíso. Mientras que a la derecha están las almas que acaban sufriendo en las llamas del infierno.