Tríptico Donne de Memling
Aunque Hans Memling ( – 1494) fue un artista de origen alemán, acabó por convertirse en su época en el pintor más prestigioso de la ciudad de Brujas en Bélgica. Allí creó un gran taller de donde salían obras destinadas a multitud de lugares de Europa del Norte, e incluso algunas viajaron hasta tierras y encargantes de Italia.
Memling, conocido por su habilidad para capturar la esencia de sus sujetos con un realismo impresionante, era un maestro en la representación de texturas y detalles. Su técnica meticulosa y su habilidad para capturar la luz y la sombra le permitieron crear retratos y escenas que parecían cobrar vida en el lienzo.
De hecho en todo el continente se apreciaba especialmente su forma de pintar los paisajes del fondo. Unos paisajes muchas veces brumosos y siempre con un enorme detalle, propio de la minuciosidad que tradicionalmente había habido en la pintura flamenca.
Una buena muestra de ese paisajismo se puede ver en este Tríptico Donne que compuso para un noble del País de Gales, John Donne, de ahí la denominación de las tablas que hoy posee la National Gallery de Londres.
En el cuadro, como era habitual en la época se integran los propios encargantes. Y si bien era más habitual incluirlos en escenas laterales, como podemos ver en el Tríptico Portinari de su contemporáneo Hugo van der Goes, en el caso de Memling a colocado a John Donne sentado de rodillas junto a la Virgen, en la tabla central.
De hecho, el título completo de la obra es La Virgen y el Niño con santos y donantes. Y es que María se coloca en el centro y con su colorido manto rojo se convierte en el trono perfecto para el Niño Jesús, quien se gira para bendecir al noble y su familia, ya que a la izquierda de la Virgen están tanto la esposa como la hija de Donne. La escena se completa con dos santas que están de pie. Santa Catalina a la derecha y Santa Bárbara a la izquierda. Además de dos figuras de ángeles arrodillados, tocando música para entretener a Jesús, el cual no deja de ser un niño que juega, ya que se ve como está arrugando las hojas del libro que lee María.
Mientras que en la dos tablas laterales hay otros dos santos, ambos con el nombre del encargante. Son Juan Bautista y San Juan Evangelista. Por cierto estas dos tablas más pequeñas y móviles, cuando se cierran muestran a San Cristóbal y San Antonio Abad, pero pintados con la técnica de la grisalla, para imitar las formas de un relieve en piedra.
No obstante, si todos esos personajes están pintados con una enorme calidad, también merece la pena fijarse en la ambientación y los paisajes que se ven al fondo, a través de ventanales. Por ejemplo se ve un molino, con el molinero cargando sacos de harina en un burro. Hasta ese detalle llega la maestría de Memling. El cual también se explayó a la hora de pintar a los Donne, quienes le pagaban. Por eso se pueden identificar a la perfección sus joyas o sus insignias aristocráticas.
Además, es importante destacar el uso del color en la obra de Memling. Sus pinturas son conocidas por su paleta rica y vibrante, que a menudo contrasta con los tonos más oscuros y sombríos de sus contemporáneos. En el Tríptico Donne, los rojos brillantes del manto de la Virgen y los azules profundos del cielo crean un contraste visual impresionante que atrae la atención del espectador.
Finalmente, es importante mencionar el impacto que tuvo la obra de Memling en sus contemporáneos y en generaciones futuras de artistas. Su enfoque detallado y realista de la pintura influenció a muchos pintores posteriores, y su habilidad para capturar la esencia humana en sus retratos ha sido elogiada por críticos de arte a lo largo de los siglos. En definitiva, el Tríptico Donne es una obra maestra que destaca tanto por su belleza visual como por su importancia histórica y cultural.