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Salida del baile de máscaras de Raimundo Madrazo

Publicado por A. Cerra

Salida del baile de máscaras de Raimundo de Madrazo

Al observar este cuadro pintado en 1885 realizado por Raimundo de Madrazo podemos ver gran parte de la evolución de la pintura española del siglo XIX si la comparamos con las obras de su abuelo, padre e incluso cuñado. Y es que los Madrazo fueron una destacada estirpe artística que se inicia con José de Madrazo, emblemático autor decimonónico gracias a obras como La muerte de Viriato.

Luego llegaría su hijo Federico de Madrazo, uno de los mejores retratistas de su tiempo como podemos ver en cuadros como La condesa de Vilches. Y además progenitor de otros dos pintores, el propio Raimundo y su hermano Ricardo. Así como también fue el padre de Cecilia Madrazo que a su vez contrajo matrimonio con Mariano Fortuny, otro artista de la época.

Además en toda esa evolución familiar, los Madrazo cada vez fueron más cosmopolitas. De hecho, Raimundo de Madrazo (1841 – 1920) nació en Roma, y aunque siendo niño retornó la familia a España y se formó en la tradición pictórica hispana, la verdad es que desde joven le fascinó París y acabó instalándose allí durante muchos años. Y desde luego se integró a la perfección en la vida cultural parisina.

La ciudad siempre le maravilló, especialmente por la noche y la retrató en diversas ocasiones. Como en este caso de la Salida del baile de máscaras, un cuadro que hoy en día está en el Museo Carmen Thyssen de Málaga.

Tenemos que calificar el arte de Madrazo como el de un artista realista, pero obviamente está atento a las novedades estéticas de su tiempo, y por eso su tratamiento de la luz es bastante interesante. En este caso recreándose en la luz artificial de los varios faroles y el elementos que iluminan este rincón urbano. Con esa luz se dedica a recortar nítidamente las figuras de la acera, donde vemos al propio pintor, autorretratado con sombrero de copa e invitando a una joven a acompañarle. Mientras a su alrededor se ven otros personajes disfrazados, como era tradición acudir de vez en cuando a la sala Valentino de París.

Pese a la oscuridad de la noche, en la tela hay un buen número de detalles atractivos, desde los reflejos en los charcos o en los cristales hasta la minuciosidad a la hora de pintar esos curiosos disfraces. Y es que Raimundo de Madrazo había aprendido desde bien pequeño a dominar el oficio, y tenía una extraordinaria técnica y un refinado instinto para aplicar el color. El resultado es un tipo de pintura muy agradable y que gustaba mucho, por ello no le faltaban clientes tanto parisinos como de otros países europeos.