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Torero Muerto, Manet

Publicado por Laura Prieto Fernández

En general se puede afirmar que las innovaciones pictóricas por las que hoy alabamos al pintor Edouart Manet generaron en su época un buen número de críticas entre la sociedad parisina del momento sin embargo, pocas obras fueron tan arduamente criticadas como esta Muerte del torero; los críticos de la época nunca llegaron a comprender las innovaciones en el campo de la perspectiva que el autor plasmaba en su obra y las críticas se cebaron con el genio del artista.

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Edouard Manet (1832 – 1883) ha pasado a la historia del arte como el gran inspirador de la corriente impresionista; si bien sus obras no pertenecen completamente a esta etapa parece indudable que su influencia fue decisiva en los jóvenes artistas de la época. Nacido en Paris en el seno de una familia acomodada no se conoce de su interés por la pintura hasta la adolescencia, entonces se formó en el taller de Thomas Couture quién no supo apreciar la capacidad del artista y éste pronto abandonó a su maestro para iniciar una educación autodidacta. Durante algunos años viajó por Europa y recabó en España donde pudo conocer la pintura de Velázquez que tanto le influiría.

Manet es uno de los artistas más eclécticos de toda la historia del arte, sus influencias pasan por la estética barroca del Siglo de Oro español, las obras de los grandes genios renacentistas italianos o incluso la estampa japonesa. Sin embargo y, a pesar de lo que pudiese parecer, el artista buscaba el reconocimiento de los círculos oficiales que tan duramente le criticaban; quizás fue por ello por lo que, cuando en 1864 el artista presentó en el Salón Otoño una gran obra denominada como La Corrida y las críticas se cernieron sobre él decidió dividir la obra en dos lienzos de pequeño formato. El lienzo original presentaba a este torero muerto en primer plano mientras que en el fondo se podía apreciar la corrida, según las críticas el artista no había respetado la perspectiva y parecía literalmente <>.

De esta división surgieron dos lienzos, La corrida que en la actualidad se conserva en la Frick Collection de Nueva York y este Torero Muerto en la National Gallery de Washington. En la obra encontramos a un joven torero muerto yaciendo en el suelo mientras una mancha de sangre tiñe la arena y a su alrededor aún se puede observar el capote y la espada del matador. El pintor ha colocado al protagonista de la obra marcando una potente diagonal que nos lleva hasta el fondo.

El torero aparece con la cabeza levemente girada hacia el espectador, pero el contrapicado de la composición no nos permite apreciar del todo su rostro; su mano descansa ya inerte sobre el pecho mientras la otra se alarga hacia el capote. Especial mención merecen las tonalidades, el matador con un traje de luces verde oscuro casi negro se funde con el fondo ahora neutro mientras destaca la blancura de las medias y los tonos ligeramente rosáceos de la camisa y el fajín.