Valdés Leal
Juan Valdés Leal es un pintor barroco nacido en Sevilla en 1622, que vivió hasta 1690. Estudió en Córdoba con Antonio del Castillo y tuvo la influencia de Herrera el Viejo en sus primeras obras.
En 1653 trabajó para la iglesia de Santa Clara en Carmona, realizando una serie de cuadros de la vida de la santa, que actualmente están en el Museo de Sevilla y en la Fundación March, entre los cuales destaca la “Profesión de Santa Clara” en la que el recuerdo de Herrera el Viejo está muy presente. Pero una obra clave en su producción fue “La Virgen de los Plateros con San Eloy y San Antonio de Padua”, en la que define ya su ideal femenino representado en la figura de María, que luego se repite en otras obras.
Poco a poco se va conformando su estilo realista, tenebrista, apasionado y dinámico, con ejemplos en los que alternan fragmentos muy logrados con efectos de luz, pincelada rápida y cromatismos idóneos, con otros de colorido espeso, sin apenas matices, como si el planteamiento de sus lienzos dependiese de su humor.
En el año 1656 aparece ya trabajando en Sevilla, donde realizó una serie de “Inmaculadas” de gran belleza, en las que se acentúa su barroquismo. No obstante según los historiadores su mejor obra la va a realizar en Córdoba, donde en 1658 realizó las pinturas del “Retablo del convento del Carmen”, conjunto dedicado a San Elías, con escenas que nos remiten al Greco, como por ejemplo “El sueño del profeta” o a Zurbarán, como en “La Virgen del Carmen”.
A partir de 1660 se inicia otra etapa en su estilo, en la que el dibujo se quiebra y la pincelada no termina de concretarse, con lo que sus obras se dinamizan al mostrar las formas deshechas. Es también en esa fecha cuando con Murillo (primer pintor de Sevilla) y Herrera el Mozo, fundó la Academia de Pintura, de la que fue director cuando cesa Murillo. En 1672 realiza los famosos “Jeroglíficos de las Postrimerías” para la iglesia del Hospital de la Hermandad de la Santa Caridad, serie de cuadros de temas macabros que hacen referencia a la banalidad y fugacidad de la vida en la tierra, que pretenden despertar la caridad cristiana. El más importante es el titulado “Ni más ni menos” o “Finis gloriae mundi” (en Sevilla, en el Museo de Bellas Artes), en el que vemos en primer término un cadáver y en la parte superior una balanza sostenida por una mano que baja del cielo, que reflejan un cierto pesimismo que no fue excepcional en el último barroco español. En la “Alegoría de la muerte” aparece a sus pies un libro de grabados de Van Thulden sobre escenas de Rubens pintadas para la celebración de la entrada del príncipe Don Fernando en Amberes. En este cuadro aparece representada la muerte como un esqueleto con guadaña llevando un ataúd, que apaga una vela con la frase “In Ictu Oculi”, rodeada de una serie de objetos amontonados a sus pies que aluden al mundo terrenal. En ella demuestra el pintor su esmerada técnica en la descripción de cada detalle de los diferentes objetos y el sentimiento trágico y el patetismo barroco de la segunda mitad del siglo XVII.