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Mañana en la ciudad de Hopper

Publicado por A. Cerra

Mañana en la ciudad de Hopper

Vamos a comparar dos obras del pintor norteamericano Edward Hopper en la que aparecen algunas de las constantes de muchos de sus cuadros. Por ejemplo, la pintura de interiores que se abren a la ciudad, la soledad, las mujeres, temas que ya hemos visto en obras como Habitación de hotel o Compartimento C, Coche 193.

En este caso vamos a hablar de Mañana en la ciudad pintada en el año 1944 y que se conserva en el Williams College Museum of Arte de Williamstown. Obra que la compararemos con Sol matutino, hecha ya unos años más tarde, en 1952 , y que se puede contemplar en el Columbus Museum of Art de Ohio.

En la primera vemos una habitación, con la cama deshecha y una ventana abierta a la ciudad. En el centro aparece de pie una mujer completamente desnuda, la cual lleva una toalla en la mano lo que nos indica que está en pleno aseo matutino. Pero se ha levantado y mira hacia la ventana, o más bien desliza la mirada desde la ventana hacia un lugar de la habitación que no logramos ver nosotros, ya que el pintor no lo ha incluido en el cuadro.

La sensación dentro de la habitación, la oscuridad, la desnudez y esa actitud de quedarse como temerosa o distraída mirando algo, hace que nosotros veamos a esa mujer como alguien vulnerable. Fuera parece que luce el sol, pero ella está en penumbra, aunque la luz baña su cuerpo desnudo que Hopper ha pintado con crudeza.

Sol matutino de Hopper

En cambio, en el caso de Sol matutino, la mujer de la habitación está vestida, sentada en la cama y dedicada precisamente a mirar al exterior, a la luz. Es otra actitud y otra luz más fuerte, pero también plasma soledad y debilidad de la mujer. Es una contemplación del exterior, pero con dudas y recelos, algo que vemos sobre todo en su expresión bastante rígida, sin que transmita alegría.

La mujer de Mañana en la ciudad se protege de la luz y de lo que le puede pasar con esa toalla. La mujer de Sol matutino se expone por completo a esa luz mañanera. La luz casi la hechiza y la convierte en un objeto. Aunque en realidad eso lo hace Hopper al jugar en esta obra con proyecciones y reproyecciones, porque en realidad independientemente de la temática del cuadro, la protagonista absoluta de esta imagen es la luz que entra por la ventana, ilumina a esta mujer sentada y genera un cuadro lumínico en la pared, así como sombras. Al fin y al cabo trata igual al espacio, los objetos y a la persona, todos ellos tratados como elementos expuestos a la luz.