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Arquitectura funeraria romana: enterramientos de las clases populares

Publicado por Laura Prieto Fernández

El pueblo romano fue la cultura de la Edad Antigua que más importancia prestó a las construcciones civiles y obras de recreo; no obstante, también desarrolló una importante arquitectura en torno al mundo de ultratumba que quizá haya quedado relegada en pro de construcciones de mayor envergadura. En este sentido debemos destacar varios aspectos y el primero de ellos es que los diferentes estratos sociales en los que la sociedad romana se encontraba dividida marcaban los tipos de enterramientos. De este modo, no es lo mismo hablar del enterramiento de un patricio que del de un esclavo, básicamente porque casi no ha llegado hasta nosotros ningún resto de enterramientos pertenecientes a las clases sociales más humildes, ya que estos solían realizarse en fosas comunes.

Durante algunos años se permitió el enterramiento de los difuntos, más bien el resguardo de sus cenizas, dentro de los patios de las casas particulares junto con las imágenes de los difuntos, pero pronto esta práctica quedó prohibida desterrando cualquier forma de enterramiento extramuros con el fin de evitar enfermedades. De este modo, las cunetas de las calzadas que llegaban hasta los muros de las ciudades, quedaron anegadas de enterramientos

Si la familia no contaba con los recursos suficientes para quemar el cadáver, éste era arrojado a una fosa común, pero si se realizaba la cremación, los restos eran depositados en una especie de vasija que solía colocarse bajo una pequeña lápida o en el caso de los más pudientes en una especie de pozo que dio paso a los conocidos columbarios, pequeñas excavaciones en la tierra en forma de nicho. Algunos columbarios destinados a las grandes familias se levantaron como grandes edificios véase por ejemplo el Columbario de la familia imperial Julia Claudia en Codini o el de Mérida en España.

Con la llegada y paulatina extensión del cristianismo y también del judaísmo, el rito de la cremación fue cayendo en el desuso hasta que en el siglo II d.C. la inhumación estaba extendida en todo el imperio, incluso entre aquellos que no profesaban la religión. De este modo surgió la necesidad de dar cabida a un gran número de cuerpos sin vida y fue de esta manera que aparecieron las conocidas catacumbas.

En realidad, el modelo de las catacumbas sigue el mismo esquema que el de los columbarios, con nichos más grandes que permitiesen enterrar el cadáver, pero todos dispuestos unos al lado de otros. Según los expertos, las primeras catacumbas debían datar de en torno al siglo II d.C. y fue con posterioridad cuando, a medida que se necesitaba más espacio, se fueron excavando distintos niveles y abriéndose numerosos túneles que dieron lugar al intricado sistema de galerías que hoy conocemos.