Arte Prerrománico. Asturiano II
Pertenecientes a la segunda etapa de la arquitectura asturiana (ramirense), de las construcciones realizadas en el Monte Naranco, aparte de Santa María, han quedado restos en San Miguel de Lillo, iglesia que posee la primera fachada monumental española. Aparece una tribuna tras ella, lo que nos remite irremediablemente a las iglesias de corte, como la de Aquisgrán. En la puerta se ven ejemplos escultóricos de raíz clásica, como por ejemplo en una de las jambas, un relieve que parece copiar un díptico consular de la antigüedad tardía, con la representación en la parte superior, de un cónsul que abre los juegos y, en la parte inferior, de una escena circense en la que un domador de leones y un saltimbanqui ejecutan ejercicios ante el público.
Santa Cristina de Lena presenta un tramo anterior al altar separado por una cancela o iconostasis, marcando así una compartimentación jerarquizada del espacio, puesto que señala el lugar reservado para el clero en la parte superior y para los fieles en la parte baja. A los pies hay una tribuna frente al presbiterio.
La tercera etapa de la arquitectura asturiana viene definida por la supervivencia y difusión del arte asturiano después del reinado de Alfonso III el Grande (866-910). A este período pertenecen las iglesias de San Adriano de Muñón y San Salvador de Valdediós. Ambas presentan una estructura de tres naves y triple cabecera. Pese a mantener la fragmentación del espacio interno, se abre hacia épocas posteriores. Sobre el ábside principal hay aún una pequeña sala de la que no se puede suponer una utilización precisa, puesto que solo se accede a ella desde el exterior y a través de una pequeña ventana, por lo que parecería ser un eremitorio. En San Salvador de Valdediós hay un pórtico lateral y arcos de herradura como decoración, por influencia mozárabe.
En resumen, la arquitectura asturiana presenta su originalidad en el s. IX, ya que en el s. VIII se reutilizan columnas, capiteles y formas romanas y visigodas y, en el s. X hay influencia mozárabe. Entre sus características generales destacamos la utilización de piedra trabajada en mampostería y sillares (que refuerzan las esquinas y/u otros puntos de interés tectónico); el arco de medio punto generalmente peraltado; la bóveda de cañón reforzada por perpiaños (fajones) que, a su vez descargan el peso sobre columnas adosadas a las paredes y se corresponden con contrafuertes en el exterior. Las columnas típicas tienen el fuste estriado, bien en vertical, bien en helicoidal. Sus capiteles son tanto corintios, como de tradición bizantina (doble tronco piramidal invertido) y en el collarino (moldura anular entre el fuste y el capitel) aparece una decoración de cuerda o soga que los hace inconfundibles. La concepción del espacio interior es compartimentada, destacando la iconostasis que jerarquiza el uso del espacio de la iglesia. Destaca también la presencia de tribuna a los pies de la misma y de habitaciones incomunicadas que parecen ser eremitorios, celdas destinadas a monjes que adoptan una vida en semisoledad.