Bocas de metro de París
En muchas ocasiones la arquitectura de estilo Art Nouveau se relaciona más con ciudades como Barcelona en España donde trabajó Antoni Gaudí o con Bruselas en Bélgica donde están algunas de las mejores obras de Victor Horta. Sin embargo, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, París era la capital del mundo artístico y allí triunfaban los grandes pintores y escultores. Y por supuesto allí nació también el Modernismo o Art Nouveau, cuyo nombre significa “arte nuevo” y por lo tanto opuesto al arte más académico anterior.
Pues bien, la propia denominación de Art Nouveau también surgió en París, ya que allí se creó la Maison de l’Art Nouveau, una galería de arte cuya especialidad era el diseño de interiores y las artes decorativas. Y es que la corriente modernista tiene un enorme espíritu decorativo y se nutre de muchas y variadas fuentes de inspiración para sus creaciones.
Y si seguimos en París, por supuesto que hay alguna que otra construcción modernista interesante, pero quizás lo que mejor resuma las características del Art Nouveau sean las bocas de metro que realizó Hector Guimard. Un creador que diseñó dos modelos distintos para este elemento del mobiliario urbano, y con esos dos tipos se hicieron hasta 141 entradas al metro parisino entre los años 1899 y 1913.
En sus inicios se trató de elementos muy criticados, e incluso se le llegó a conocer despectivamente como los “espagueti”. Sin embargo, en la actualidad han pasado ser una de las imágenes más carismáticas de la capital francesa.
Guimard había viajado a Bruselas y allí admiró obras como la Casa Tassel de Victor Horta, arquitecto al que admiraba. Y además le encantaba la idea del Modernismo de inspirarse en las formas de la naturaleza, lo que le llevaba a desechar las líneas rectas, y optar por las curvas, lo sinuoso y los recuerdos de lo vegetal. Algo para lo cual el material del hierro era ideal, ya que su forja permitía construcciones muy decorativas y al mismo tiempo muy esbeltas, ya que no tenían que haber grandes grosores para que fueran estructuras que se mantuvieran en pie. Sin olvidar, que además era un material más barato.
El hierro fundido era un nuevo material que había entrado con fuerza en la arquitectura, así como el vidrio, al que también recurrió Guimard. Además el uso combinado de ambos materiales le permitía crear formas de lo más inspiradoras, como en el caso del segundo modelo de entrada al metro, porque allí con su marquesina parece querer evocar las alas de una libélula, posada sobre los vegetales a los que recuerda la parte baja de hierro.