El Pabellón de Oro o Kinkauji
La ciudad japonesa de Kyoto, como antigua capital imperial de Japón, atesora algunas de las más importantes joyas de la arquitectura del país asiático. Entre ellas aparece este Pabellón de Oro o Kinkauji.
Para conocer la historia de este lugar, hay que remontarse al siglo XIV, a tiempos del shogun Ashikaga Yoshimitsu (1358 – 1408). Un shogun era un cargo que daba directamente el emperador y se lo concedía a los generales de más confianza. Es decir, se trataba de un personaje muy poderoso en su tiempo.
Pues bien, este shogun decidió comprar una villa en este paradisíaco lugar de Kyoto. Una villa que tenía previsto ampliarla con una pagoda de siete pisos, una casa de té y el pabellón de oro, llamado así originalmente no por su color, sino porque realmente se empleó oro para sus paredes.
Esa villa fue su retiro desde 1399, si bien tras su muerte, el lugar dejó de tener un uso residencial, y pasó a convertirse en un templo que se llamó Rakuon-ji.
Lo cierto es que de las construcciones originales han llegado muy pocas hasta nuestros días, aunque estuvo totalmente intacto hasta 1950, cuando un monje demente le prendió fuego. Aquel hecho se vivió en Japón como una auténtica catástrofe, y de hecho se emprendió su reconstrucción rápidamente, y hay que tener en cuenta las fechas, ya que en esos años Japón estaba muy dañado tras perder la Segunda Guerra Mundial.
La construcción en sí, como ocurre en prácticamente toda la arquitectura histórica nipona, nos propone un edificio perfectamente integrado y adaptado a su entorno natural, aquí realmente esplendoroso por la presencia del río, un bosque y las rocas.
Es un pabellón de planta rectangular, que visualmente tiene tres pisos sobre un zócalo de piedra. El primer piso está abierto con pórticos, y a uno de sus lados se le añadió otro pequeño pabellón de estructura palafítica, es decir, con pilones de madera que lo elevan sobre el agua.
El segundo piso es abierto, con una barandilla de diseño muy simple que lo rodea. Y el tercer piso es muy similar, pero en este caso está culminado por el tejado, que en su parte superior tiene una reproducción del ave fénix. Es un tejado muy amplio, y con mucho voladizo. Toda la construcción tiene acusado sentido de la ligereza, se podría decir que casi es etérea, lo que de alguna manera da idea de fragilidad, sobre todo por sus pisos prácticamente abiertos por completo.
Mientras sirvió como residencia, la vivienda era la planta más baja. Y durante ese tiempo, la segunda planta se usó para celebrar reuniones culturales, y en lo más alto únicamente se practicaban ceremonias religiosas. Sin embargo, cuando se transformó en templo budista esta distribución varío, usando la zona baja como espacio de meditación, la intermedia para guardar las imágenes religiosas, y en la superior para custodiar las reliquias.