Pabellón alemán, Mies Van der Rohe
El pabellón de Alemania que Mies Van der Rohe diseñó para la Exposición Internacional celebrada en Barcelona en 1929 es una de las mejores muestras de arquitectura moderna que ha llegado hasta nuestros días.
Mies Van der Rohe (1886 – 1969) comenzó su formación artística en el taller de su padre, emblemático cantero de Alemania; pronto se trasladó a Berlín donde pudo conocer y trabajar con algunas de las principales figuras de la arquitectura del XIX y XX como Le Corbusier o W. Gropius. Adherido a diversos movimientos de vanguardia la importancia de sus arquitecturas fue adquiriendo paulatinamente gran fama pero cuando realmente se convirtió en uno de los principales arquitectos de su tiempo fue tras la edificación del pabellón alemán. Partidario de la utilización de los nuevos materiales Mies Van der Rohe dirigió, tras Walter Gropius, la Bauhaus hasta 1933 cuando los acontecimientos políticos provocaron su cierre. Por entonces el arquitecto decidió emigrar a Estados Unidos, allí trabajó en la universidad de Illinois y coronó su carrera con alguna de sus construcciones más significativas.
El pabellón de Alemania para la Exposición del 29 fue encargado por la República alemana con el fin de demostrar su poderío y progreso tras los acontecimientos ocurridos en la Primera Guerra Mundial.
Situado por petición expresa del arquitecto lejos del ajetreo de pasillo central de la Exposición donde en un principio iba a ser colocado, fue construido utilizando y combinando materiales tradicionales como el mármol –se usó mármol Travertino y mármol procedente de los Alpes- con materiales de nueva construcción –acero o cristal- y otros más exóticos como el ónix.
Van der Rohe diseñó un pequeño espacio de líneas claras y espacios abiertos. Mientras los demás países optaban por la magnificencia y opulencia en sus pabellones el arquitecto alemán optó por la simplicidad de espacios. El pabellón se encontraba ubicado sobre un podio realizado en mármol Travertino y que daba acceso a la arquitectura gracias a una pequeña escalinata. Su planta rectangular se hallaba dividida en cuatro espacios: dos zonas interiores –espacio de exposiciones y oficinas- y dos exteriores- el patio y la terraza-. La permeabilidad de espacios y la continuidad espacial es precisamente la nota distintiva de este pabellón.
La cubierta es adintelada y realizada en hormigón armado sustentada por ocho pilares metálicos y cruciformes que se recubren con acero. El sistema de sujeción de los muros realizados en mármol es un novedoso entramado metálico que permanece oculto al espectador.
La elegancia y refinamiento de la construcción está aún más logrado con la multitud de reflejos que ofrecen las distintas superficies pulidas y reflectantes, además en el exterior Van der Rohe diseñó un pequeño estanque donde se refleja todo el edificio.
En 1930 y debido a la falta de presupuesto la republica alemán ordenó desmontar la obra de Van der Rohe y reutilizar los materiales. Años más tarde y debido a la repercusión que la obra alcanzó en el campo de la arquitectura moderna, algunos de los más conocidos arquitectos del siglo XX trabajaron en su reconstrucción reinaugurándose en 1986.