Escalera de Bramante
La Ciudad del Vaticano es el país más pequeño del mundo, y sin embargo atesora un patrimonio artístico impresionante. Muchas de esas obras, en otros territorios serían los grandes emblemas del tesoro nacional. Y sin embargo allí hay veces que pasan hasta desapercibidas.
Es el caso de la conocido como Escalera de Bramante, un arquitecto que planteó las bases del proyecto de construcción de la gran cúpula de San Pedro del Vaticano y que dejó obras admirables como el templete de San Pedro in Montorio.
Pues bien integrada en los Museos Vaticanos está su famosa escalera realizada hacia el 1512 para que el Papa Julio II pudiera subir por esa rampa con su carruaje hasta sus estancias personales. Hoy en día esa escalera o rampa forma parte del conocido como Museo Pio-Clementino.
La obra arquitectónica se basa en un gran cilindro hueco, recorrido por un arquitrabe continuo que se sustenta en una sucesión de columnas de estilos clásicos. En definitiva que se trata de una de las escaleras de caracol más bellas de todos los tiempos y en la que parece haber un efecto de escalera infinita de lo más sugerente.
Sin embargo, no es una obra demasiado conocida. E incluso en muchas ocasiones se confunde con otra escalera de los Museos Vaticanos. También es una escalera de caracol y bellísima, pero es muy posterior y su diseño de hecho está basado en la obra renacentista de Donato d’Angelo Bramante. Nos referimos a la escalera que hizo el arquitecto Giuseppe Momo (1875 -1940) entre los años 1929 y 1932. Una obra compuesta por una doble hélice que la convierte en un lugar muy fotogénico. Lo cual tiene mucho de arte, pero también un secreto matemático. Al fin y al cabo la arquitectura tiene uno de sus cimientos en los cálculos matemáticos. Pues bien, el hecho es que para calcular las dimensiones de estas obras se empleó el conocido como número áureo o dorado. O sea que en la base de esos cálculos constructivos está el número “phi” y la secuencia de Fibonacci, de la que podéis encontrar una información más amplia en este post de nuestro apartado de física.
El caso es que estamos ante un número irracional e infinito que también se puede rastrear en muchas espirales naturales, como las de las conchas marinas o el dibujo en los caparazones de los caracoles. En todos ellos hay cierto efecto de espiral sinfín, y desde luego también lo hay en estas dos obras arquitectónicas. Auténticas joyas artísticas, que en muchas ocasiones pasan desapercibidas entre las incontables maravillas de la Ciudad del Vaticano.