«San Pietro in Montorio» de Bramante
Donato Bramante fue un arquitecto y pintor italiano, de Urbino concretamente, que se encargó de realizar en Roma entre los años 1499 y 1502 un pequeño templete, que fue una especie de “manifiesto” de la nueva etapa del Renacimiento que supuso el siglo XVI o Quinquecento, que a la postre significó el “traslado” del esplendor renacentista de Florencia a Roma. Bramante se había formado en la corte del Duque de Urbino, que actuaba como un auténtico mecenas. Cuando se traslada a Roma se empapa de la monumentalidad del arte romano, presente en gran medida en la ciudad. Concibe la arquitectura siempre como orden, unido a la proporción y a la sensación de masa, con lo que siempre es austera, prescindiendo de toda ornamentación que no sea arquitectónica, gustando de valorar los contrastes lumínicos producidos por la alternancia lleno-vacío.
La obra responde a un encargo de los Reyes Católicos españoles, Isabel y Fernando, que quieren edificar un monumento de agradecimiento tras la unificación religiosa de la península una vez conquistada la última taifa musulmana de Granada y realizada la expulsión de los judíos. Se levantó en el lugar en el que la tradición situaba el martirio de San Pedro, su crucifixión y posterior decapitación. Con ello nos evoca ya en primer lugar a los martiryae paleocristianos, ya que “envuelve” arquitectónicamente el agujero de la roca en la que al parecer se situó la cruz.
Sobre la cámara subterránea, Bramante va a elevar un edificio realizado en piedra que consta de un cilindro coronado con una cúpula, que externamente va a estar envuelto por una columnata circular de orden toscano. Sobre la columnata una diminuta balaustrada ciñe el cuerpo superior. Así vemos que el edificio es de clara inspiración clásica, ya que el pórtico exterior nos remite al tholos griego, lo mismo que el basamento escalonado o el entablamento con un friso de triglifos y metopas, en las que por cierto las escenas aluden al martirio del santo, y la estructura cilíndrica rematada en cúpula lo hace al Panteón de Roma, al igual que el uso del orden toscano, la simplicidad, la robustez, la sobriedad, la monumentalidad y la delimitación de la fachada única (pese al escalonado basamento, solo se accede por un lugar, potenciando así la idea de fachada principal) muestran la influencia romana en esta arquitectura que constituye un prototipo de edificio que tendrá un gran predicamento posterior. Es el templo platónico ideal, soñado por los filósofos cristianos neoplatónicos florentinos de la corte de los Medicis, tal y como lo imaginó Perugino en sus pinturas o lo pintó Rafael en su obra “Los Desposorios de la Virgen”.
Los elementos ornamentales son meramente arquitectónicos (pensemos que las esculturas de las metopas van totalmente ligadas a la idiosincrasia del orden), destacando en la parte superior del cilindro la alternancia de los nichos con el muro y del ornato de los mismos, ya que podemos contemplar unos rematados en veneras (otro elemento de raigambre clásica) con otros sin nada, de perfil rectangular.
Pese a la inspiración clásica, no cabe duda acerca de la singularidad del edificio, ya que no se trata de una mera copia de ningún ejemplo concreto, sino de un creación original aunque tomando elementos dispares entre sí de la tradición helena y la latina.