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Heráclito y Demócrito de Bramante

Publicado por A. Cerra

Heráclito y Demócrito de Bramante

A Donato d’Angelo Bramante lo conocemos mucho más por su faceta de arquitecto con obras tan relevantes como San Pietro in Montorio. Pero como buen hombre del Renacimiento cultivó otras artes, y entre ellas la pintura, como podemos ver en esta imagen de 1490 que hoy se conserva en la Pinacoteca de Brera de Milán. Un cuadro que está transferido a un lienzo, ya que inicialmente se trataba de una pintura mural.

La imagen por otra parte no puede ser más propia del Renacimiento. Nos presenta una conversación entre dos sabios de la Grecia Clásica: Heráclito y Demócrito. Dos personajes a los que estudiar, y que Bramante los pinta como si fueran auténticas esculturas, lo cual les otorga más dignidad si cabe.

Por otra parte, a partir de aquí la representación de esta conversación entre estos sabios de la Antigüedad se iba a convertir en un tema artístico en sí mismo. Lo repetirían diversos pintores como por ejemplo José de Ribera, Rubens o Velázquez. Y es que se convirtieron popularmente en el “filósofo que ríe” (Demócrito) y el “filósofo que llora” (Heráclito). Es decir dos iconos de la alegría y la tristeza, el optimismo y el pesimismo, lo grave y la burla. Algo que evidentemente se debe a sus teorías y sus actitudes ante la vida y su modo de ver el mundo, de ahí que también aparezca el globo terráqueo en esta representación y en otras muchas que llegaron después.

De hecho, estos dos personajes no solo inspiraron a pintores. Ya en la Roma Clásica se refirió a ellas el propio Seneca. Mientras que Marsilio Ficino, uno de los teóricos del Humanismo Renacentista también les dedicó unas líneas. Eso por no hablar de otros autores como Rabelais, Baltasar Gracián o el propio Lope de Vega.

Como decíamos al comienzo Bramante ha pasado a la Historia del Arte como uno de los grandes arquitectos del Renamicimiento, pero los estudiosos piensan que los inicios de su carrera se desarrollaron más en el campo de la cultura. Si bien no hay demasiados datos sobre ese periodo de su vida. Aún así hay quien asegura que comenzó a trabajar en Urbino, formando parte del grupo de seguidores de Piero della Francesca.

Aunque la primera obra que se conoce de él, data del 1477 y son los frescos decorativos que hizo en el Palacio del Podestá de Bérgamo. Tras eso es muy posible que pasara un tiempo en Mantua, donde conocería la obra de Andrea Mantegna, cuya influencia es clara en esta pintura de los sabios griegos, la cual formaría parte de un ciclo de frescos para la Casa Panigarola de Milán, de donde fueron trasladados al soporte de lienzo.