Estación de ferrocarril de Michigan
En otras ocasiones ya os hemos hablado de estaciones de ferrocarril que son grandes obras de la arquitectura, como puede ser la de Atocha en Madrid o la Gran Central Terminal de Nueva York donde se usaron las célebres bóvedas “guastavino”. Ambas estaciones tienen muchas décadas a sus espaldas, pero las dos siguen a pleno rendimiento en la actualidad. Algo que no ocurre en la Estación Central de Michigan en la ciudad norteamericana de Detroit, de la cual os queremos hablar hoy.
Este edificio se inauguró en 1914, y se mantuvo en uso hasta 1988, cuando la escasez de uso, hizo que se cerrará, se vendiera el inmueble y no volvieran a salir más trenes de aquí. Es decir un periodo que coincidió con el imparable crecimiento de la ciudad de Detroit, cabecera del estado de Michigan por su próspera industria el motor.
Esta ciudad en su momento era de lo más pujante, por eso no es casual que se impulsará la construcción de la estación de ferrocarril más alta del mundo. Pero paradójicamente, la fabricación de coches que promovió esta y tantas obras den Detroit acarreó durante el siglo XX un uso masificado del automóvil, lo cual iba a ser causa de la bajada de viajeros por tren. Eso unido a la mala conexión con el centro de la ciudad y su desmesurada altura con los costes de mantenimiento que eso suponía fueron las razones de su cierre. Y su absoluta decadencia actual, varias décadas después.
Pero hay que imaginarse el lugar con todo esplendor. De hecho los paralelismos con la Gran Central Terminal de NY son abundantes, y no solo por razones de contemporaneidad y de estilo, el llamado estilo Beaux Arts, también porque en la construcción de ambas participaron los mismos equipos profesionales en muchos partes de las obras.
Si bien la característica del edificio de Detroit es su altura, ya que tiene dos partes. La estación en sí y la anexa torre que con 18 plantas alcanza los 70 metros. Una torre que realmente nunca fue usada por completo.
Dentro del estilo Beaux Arts tenía una gran importancia la decoración. Algo que aquí se manifiesta en el estilo romano que inspiró su sala de espera enorme, donde relucía el mármol y sus elegantes techos abovedados. Además se distinguen todavía elementos clásicos como las columnas de orden dórico.
Un edificio magnífico que pese a su abandono y las agresiones vandálicas que ha sufrido, nadie se ha atrevido a derribar, entre otras cosas porque integra la lista de Monumentos de América. Por fortuna, tal vez próximamente se acometa una profunda restauración del mismo, ya que ha sido adquirido por una de las grandes firmas de la industria automovilística estadounidenses, la cual piensa en convertirla en un icono de la marca.