Fachada del Real Hospicio de Madrid, Pedro de Rivera
La fachada del Real Hospicio de Madrid es una de las mejores muestras de arte barroco en la capital de España. Realizada por Pedro de Ribera entre 1721 y 1726 la obra muestra la evolución de las formas arquitectónicas que paulatinamente iban abandonando el clasicismo y la simplicidad del famoso estilo herreriano en pro de una arquitectura más recargada y decorativa. La nueva tendencia tendrá dos focos artísticos de referencia, por un lado Salamanca con los Churriguera y por otro lado Madrid, cuyo mejor exponente es Pedro de Ribera.
Ribera (1681 – 1742) se crio en el seno de una humilde familia madrileña. Parece ser que sus primeras incursiones en el mundo de la arquitectura fueron de la mano de José de Churriguera y posteriormente se convirtió en discípulo de Teodoro Ardemans. De la mano de Ardemans trabajó en algunos de los proyectos más significativos de la capital española y posteriormente sustituyó a este en su cargo como Maestro Mayor de Madrid, asegurándose de esta manera una exitosa carrera profesional.
Sin duda su estilo constructivo bebe de las influencias que le legaron sus maestros, tanto Churriguera como Ardemans, pero el arquitecto supo encontrar su propio lenguaje artístico introduciendo multitud de innovaciones arquitectónicas.
Además de la influencia de sus maestros, Ribera también se inspiró en la arquitectura italiana, especialmente en la obra de Borromini, lo que se refleja en la complejidad y riqueza ornamental de sus diseños. Su estilo, conocido como barroco madrileño, se caracteriza por la utilización de formas geométricas y la incorporación de elementos decorativos de gran originalidad, como los estípites y las formas vegetales que se pueden apreciar en la fachada del Real Hospicio.
En 1673 se funda el Real Hospicio del Ave María y Santo Rey Don Fernando pero de esta primitiva construcción tan sólo queda hoy en pie una espléndida capilla que acoge en su interior un lienzo de Luca Giordano. En 1721 el monarca Felipe V comenzó una reconstrucción del edificio que se levantó con planta irregular y se organizaba a través de sucesivos patios. El material utilizado en la construcción fue el ladrillo reservándose la piedra tan sólo para la fachada principal.
La fachada es una de las mejores muestras de arte urbanístico barroco. Se levanta como una fachada retablo en torno a la puerta de acceso –un arco escarzano- y adquiere un movimiento ascendente culminando en un frontón partido con curvas y contracurvas.
En la portada se aprecian tres alturas diferentes: la inferior se organiza a través de unos cortinajes que enmarcan el acceso y se decoran con estípites, formas geométricas y vegetales. En la zona intermedia la decoración gira en torno a la escultura de Juan V. Ron; éste escultor sería el encargado de diseñar el programa iconográfico de todo el edificio el cual ensalza la figura del monarca como benefactor de los más desfavorecidos. El último cuerpo es de menor tamaño que los anteriores -el retranqueamiento de las alturas potencia aún más el dinamismo del conjunto- se organiza en torno a un ventanal con forma de óvalo que se dispone en el espacio central. La arquitectura de Pedro de Rivera desarrolla en la fachada del Real Hospicio tiene un fuerte componente teatral que el artista ha explotado a través del uso de diferentes perspectivas.
El conjunto sufrió a lo largo de los años diferentes intervenciones y restauraciones, en realidad a punto estuvo de ser derruido ya que durante mucho tiempo quedó en terrible estado de abandono. Sin embargo, gracias a los esfuerzos de conservación y restauración, hoy en día podemos disfrutar de esta joya del barroco madrileño en todo su esplendor. La fachada del Real Hospicio es un testimonio vivo de la evolución de la arquitectura barroca en España y un claro ejemplo del genio creativo de Pedro de Ribera.