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Fachada del Convento de las Claras, Simón Rodríguez

Publicado por Laura Prieto Fernández

La fachada del Convento de las Claras en Santiago de Compostela es uno de los ejemplos más destacados de una peculiar rama del barroco español que tan sólo se desarrollará en Galicia y que pasó a ser conocido como el Estilo de Placas. Como ocurre en el resto de España, la época barroca en Galicia es una de las etapas más destacadas para la cultura moderna; en un periodo caracterizado por las hambrunas y continuas guerras, la cultura, urbanismo y las artes aplicadas renacen con gran esplendor.

Simón Rodríguez (Convento de Santa Clara de Santiago2)

Simón Rodríguez (1679 – 1751) es una de las figuras más destacadas de la arquitectura de esta época. Parece ser que su formación en las artes aplicadas comenzó como carpintero trabajando junto a otra de las figuras más importantes del barroco gallego, Domingo de Andrade, en la Catedral de Santiago. A principios del siglo XVIII Rodríguez ya contaba con el título de maestro de arquitectura desarrollando algunas de las obras más importantes de su entorno. Su estilo se caracteriza por la utilización de grandes placas de granito, de ahí el nombre de estilo de placas, que utilizaba a modo de decoración en las fachadas creando juegos de luces.

En 1719 el artista recibe el que sería su encargo más significativo, la construcción de la fachada para el convento de las claras en Santiago de Compostela. El artista realiza una fachada retranqueada sobre el resto del paramento a la que se accede por una escalita y que se configura como una auténtica fachada telón ya que a diferencia de lo que pudiera parecer no es el acceso al templo del monasterio sino que da paso al zaguán y el jardín del conjunto monástico. Se trata de una gran fachada, flanqueada por dos altísimas pilastras de orden gigante, que se estructura en tres niveles y tres calles diferentes.

El acceso se realiza a través de una puerta rectangular que aparece enmarcada por potentes baquetones mientras que a los lados se disponen dos cuerpos cilíndricos recortados que sobresalen del paramento. Sobre la puerta, en el segundo piso de la fachada, el artista ha colocado dos hornacinas superpuestas, la de abajo rectangular es un nicho vacío mientras que la superior se abre en un arco de medio punto para cobijar la imagen de la santa patrona. El conjunto aparece flanqueado por molduras que se curvan y se retama con un frontón circular partido. En el último nivel encontramos una gran cornisa volada que se quiebra para albergar el escudo de la orden franciscana a la que pertenecen las clarisas. Como se puede apreciar la decoración está centrada en la calle central de la fachada mientras que las lateras son más sobrias, únicamente perforadas por grandes vanos rectangulares.

En toda la composición el artista ha logrado combinar los elementos más destacados de la estética barroca: los juegos de luces y sombras que aportan las grandes placas graníticas, la dicotomía entre espacios abiertos y cerrados que otorgan teatralidad a la fachada así como la inestabilidad lograda a partir del retranqueamiento de los cuerpos.