Convento de Tomar
Este convento proyectado por el arquitecto Diego de Arruda y levantado entre los años 1510 y 1515 en la ciudad portuguesa de Tomar es uno de los mejores ejemplos del llamado arte manuelino. Un estilo arquitectónico que únicamente se dio en tierras lusas, ya que fue muy del gusto de su rey Manuel I, quien promovió su uso en grandes edificios, algunos tan exquisitos como el Monasterio de los Jerónimos en Lisboa.
Manuel I reinó desde el 1495 hasta el 1521 y con él, Portugal fue configurando un vasto imperio que incluía territorios tanto en América, como en Asia o África. Esto es muy importante, ya que se trataba de un imperio basado en el dominio del mar, por ello en la decoración manuelina abundan los elementos relacionados con la marinería y los barcos. Así como otros detalles se vinculan con la influencia culturales llegadas desde las distintas colonias.
Todo ello en ocasiones alcanza el grado de un conjunto un tanto confuso y muy recargado donde se unen columnas, cornisas de infinitos lóbulos, pináculos, cresterías, etc,… Muchos de ellos elementos propios del arte gótico, que en Portugal evolucionó hacia esta formas tan particulares y únicas.
Y de ello tenemos cumplida muestra en el Convento de Cristo de Tomar, especialmente en zonas como la ventana que mostramos en la fotografía.
Una ventana (janela) que el gran escritor italiano Umberto Eco denominó como “la ventana por excelencia”. Alabando esta composición en la que se descubren cuerdas de barcos, conchas, cadenas, algas y otras formas sin duda relacionadas con el mar.
Sobre todo ese conjunto, donde también hay corchos flotantes o corales submarinos se alza la cruz de la Orden de Cristo, la cual en realidad pagó muchas de las expediciones de la época, lo cual le sirvió para convertirse en enormement rica y poseer un importante poder en el país y en sus colonias. Un poder que compartían con el propio monarca Manuel I, y por ello también se ve el escudo real y las tradicionales esferas armilares que fueron el auténtico símbolo de este rey.
Curiosamente esta ventana tan profusamente decorada, tan llamativa y transformada en uno de los máximos ejemplos del arte manuelino, en la práctica solo es una claraboya en la fachada de la sala capitular de este convento de Cristo en Tomar.