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Cristóbal Colón en el convento de La Rábida

Publicado por A. Cerra

Cristóbal Colón en el Convento de la Rábida

Hay numerosas obras de pintura, escultura, grabados, música y hasta películas centradas en la figura de Cristóbal Colón y sus viajes. Una de ellas es esta titulada Cristóbal Colón en el Convento de La Rábida, es decir, antes de emprender el viaje que le llevaría al descubrimiento de América en 1492.

Se trata de una pintura realizada por Eduardo Cano de la Peña en 1856, cuando se convirtió en la primera obra premiada por las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de Madrid. Es decir que es un estupendo exponente del gusto imperante en aquella época, en la que el clasicismo académico dominaba la pintura española, en la que además el género de la historia era de lo más demandado.

Con la pintura de historia se reforzó y exaltó el sentimiento de nacionalismo español durante prácticamente todo el siglo XIX, con obras tan emblemáticas como el Juramento de las Cortes de Cádiz pintado por Casado de Alisal o Doña Juana la Loca de Pradilla.

Sin duda son pinturas cargadas de sentimientos y de mensajes, para lo cual se usaba todo tipo de artificios escénicos. Sobre todo la inclusión de figurantes que les servía a los pintores para reforzar ciertas ideas, y sobre todo para crear dramatismo en las obras, en las que siempre había intensos juegos de luces y sombras.

Este lienzo propiedad del Museo del Prado y que actualmente decora el interior del Palacio del Senado Español es paradigmático en este sentido. El pintor ha aprovechado el nutrido grupo de personajes para distribuir a su antojo todo un repertorio de focos de luz para iluminar a cada figura según su importancia en aquel episodio histórico.

Vemos a fray Juan Pérez de Marchena que abraza al devoto hijo del descubridor, un niño al que se le quiere mostrar como creyente ya que ojea un breviario. En el otro extremo, casi arrodillado hay un oficial marino escuchando casi con devoción a Colón. Estos, junto a la figura central del protagonista son los focos principales de luz, pero hay otros personajes con una iluminación más suave, un segundo monje encapuchado, así como otro marino que está expectante y reflexivo a las palabras e indicaciones del almirante. Y por último, junto a la ventana en la que se distingue un atardecer, en un plano más alejado se ven otra casi a contraluz, otros dos marinos. Pero aún hay un último personaje, iluminado por una luz que no se sabe muy bien de donde proviene, y precisamente por eso tiene un destacado protagonismo, es la figura de la Virgen con el Niño que hay colgada sobre la pared del fondo, reforzando todavía más la relación entre el viaje de Colón y la religión.