Iglesia de Santo Domingo en San Cristóbal de las Casas
La fachada de esta iglesia del exconvento de Santo Domingo en la ciudad mexicana de San Cristóbal de las Casas es un magnífico ejemplo de la evolución que se fue llevando en tierras hispanoamericanas de la arquitectura barroca. Y es que estamos hablando de un templo que se construyó hacia el año 1700, cuando los españoles ya llevaban mucho tiempo en México, y cada vez era más evidente la influencia de las tradiciones de locales en las formas llegadas del otro lado del Atlántico.
Desde el comienzo los edificios que construyeron los conquistadores recordaban el arte europeo, e incluso llevaban hasta allí a sus arquitectos para que diseñaran esas formas arquitectónicas a las que estaban acostumbrados. Y en el caso de las órdenes religiosas, optaron desde el inicio por los elementos más monumentales de cara a impresionar a los indígenas.
Pero al mismo tiempo también con ese mismo objetivo de lograr convertirlos a sus creencias, también fueron incorporando detalles locales, sobre todo desde un punto de vista ornamental.
Además de la fachada, el interior de la Iglesia de Santo Domingo también es un testimonio impresionante de la fusión de estilos arquitectónicos y decorativos. Los altares dorados, las pinturas y las esculturas son un testimonio de la habilidad y la creatividad de los artistas locales que trabajaron en la construcción y decoración de la iglesia. Los detalles intrincados y la riqueza de los colores y materiales utilizados son un testimonio de la riqueza cultural y artística de la época.
De esta manera el arte colonial en sus comienzos reproduce las formas del estilo plateresco. Pero poco a poco se va barroquizando cada vez más, llegando al recargamiento que supone la vertiente más salomónica del Barroco, con las emblemáticas columnas en espiral y una sobrecarga decorativa evidente, muy propia de la evolución barroca, pero también de las tradiciones decorativas mexicanas.
Aparecen numerosas estatuas, hay un sinfín de motivos vegetales por cualquier lugar, relieves de todo tipo, escudos, y figuras cargadas de expresividad. En fachadas como esta de la iglesia de Santo Domingo de San Cristóbal de las Casas, al final toda ella se convierte en un inmenso retablo de piedra y estuco. Es un lugar que impresiona al que lo contempla ya que se trata de eso y de fidelizar al pueblo. En eso intervienen las dimensiones enormes del edificio o su ubicación en un emplazamiento elevado al que se asciende tras una monumental escalinata.
Pero también, para impresionar a la población, los artistas que trabajan en esas fachadas igualmente tienen que incorporar a las escenas religiosas los detalles de la vegetación local, o ponen sus rasgos físicos a los personajes bíblicos, o recurren a la expresividad habitual de su artesanía de cada lugar.
Es decir, se está creando un arte nuevo, que va hibridando las formas de Europa y las de América. Algo que tendrá una personalidad propia y con unas variantes propias de cada país latinoamericano. Es lo que se conoce como Barroco Colonial.
Este estilo arquitectónico y artístico no sólo se limitó a las iglesias y conventos, sino que también se extendió a otros edificios públicos y privados, dando lugar a una rica tradición arquitectónica que se puede apreciar en muchas ciudades de América Latina. La Iglesia de Santo Domingo en San Cristóbal de las Casas es un ejemplo destacado de esta tradición, y su estudio nos ofrece una visión fascinante de la historia y la cultura de la época.