Monasterio de Santo Domingo de Silos (I)
El monasterio benedictino de Santo Domingo de Silos es, sin duda alguna, uno de los restos monacales más importantes que han perdurado hasta nuestros días. Hoy, el monasterio se encuentra situado en la pequeña población lleva su nombre en uno de los valles de la Sierra de la Demanda, provincia de Burgos.
Las primeras noticias de este cenobio son del siglo VII, en ellas la advocación del templo no era Santo Domingo sino San Sebastián y su actividad fue intermitente debido a las continuas luchas entre cristianos y musulmanes.
Será en torno al siglo XI cuando el monarca castellano Fernando I encargue a Santo Domingo – abad del importante monasterio de San Millán de la Cogolla- que se traslade a Silos para restaurar en la vida monástica en el cenobio.
El abad trajo la grandeza a Silos de tal manera que el monasterio se convirtió en pocos años en una de las comunidades más importantes de la corona castellanoleonesa. Se comenzó la construcción de una primitiva iglesia románica de tres naves y el scriptorium del monasterio llegó a ser uno de los más afamados de toda la Península. Con la muerte de Santo Domingo en el 1073, el monasterio comenzó a recibir multitud de peregrinos consagrándose así como fuente de peregrinación.
El sucesor de Santo Domingo, el abad Fortunio, dotó al templo románico de una cabecera triabsidal y crucero marcado en planta. Bajo su patrocinio se comenzó también una de las más importantes partes del monasterio, su famosísimo claustro de estilo románico.
Es en el Siglo XVIII cuando, por necesidades espaciales, se encarga al arquitecto y restaurador Ventura Rodríguez la ampliación del templo románico; Ventura, siguiendo con la estética y parámetros estilísticos que regía en aquella época, decidió derruir el templo románico y comenzar una nueva construcción en estilo neoclásico. La nueva iglesia –aún hoy se conserva- era sobria y sencilla con planta centralizada y cubierta por cúpula. El claustro, que debía correr la misma suerte, fue conservado por problemas económicos.
Así del antiguo templo tan sólo se conservan unos pocos pilares y capiteles, una parte del crucero y la puerta de acceso que comunica el templo con el claustro, La Puerta de las Vírgenes. Se trata de una puerta abocinada con arco de herradura que sigue las influencias de la arquitectura islámica. El abocinamiento no se realiza con arcos de herradura sino con arcos de medio punto muy espaciados; las columnas están profusamente trabajadas tanto en los fustes de temas geométricos como en los capiteles.
Los cuatro capiteles muestran una iconografía cuanto menos extraña que no se relaciona en absoluto con el resto del claustro: En uno de los capiteles se observa dos hombres que comparten cabeza y se mesan la barba mientras hacen una genuflexión, en otro capitel se puede observar un ángel mirando al frente, dos hombres que sostienen a dos leones y en el último de los capiteles se observa a dos hombre sujetando por el brazo a otro.
Durante la desamortización se interrumpió la vida en el monasterio para volver a instaurarse en torno a 1880 gracias a una comunidad de monjes franceses benedictinos.