Cúpula del Teatro Colón de Raúl Soldi
El pintor Raúl Soldi (1905 – 1994) es uno de los artistas argentinos con más y mejor prestigio internacional de todo el siglo XX. Sus obras cuelgan en grandes museos del mundo, incluidas un par de obras de temática religiosa que están en los Museos Vaticanos.
De hecho ya en vida, a partir de media edad descubrió el triunfo tras unos años de ciertas penurias y en las que tenía que compaginar sus trabajos como escenógrafo, incluso en Hollywood, con dedicar horas para pintar.
Además de eso desde, joven viajó bastante, y pasó un tiempo importante formándose en Italia, en la tierra de sus padres. Y todo ello siempre teniendo que trabajar en encargos vinculados al dibujo desde la publicidad a la citada escenografía. Pero por fin, alcanzó el éxito y a partir de ahí no le faltaron los encargos, algunos tan especiales como decorar la cúpula del Teatro Colón en su ciudad, Buenos Aires.
Un trabajo que le llegó gracias al escritor Manuel Mújica Lainez. Además Soldi puso un empeño muy especial en este encargo. Él venía de familia de músicos, su padre por ejemplo era violenchelista y había actuado en la inauguración del Colón en el 1908 tocando la música de Aida. También entre su familia había lutieres, incluso emparentados con la familia Stradivarius de Cremona. Y lo cierto es que a Soldi siempre le hubiera gustado se músico. De manera que este trabajo, fue muy costoso y se alargó varios meses en el tiempo, pero también muy placentero para él.
Tenía que pintar una superficie de más de 300 metros cuadrados, a gran altura y sobre una superficie curva. Por lo que previamente realizó numerosos bocetos y maquetas para estudiar el resultado final, para calcular las necesarias deformaciones que tenía que aplicar a las figuras, de forma que se vieran correctamente desde abajo y desde distintos puntos de vista.
Y tras ello ya pudo subir a los andamios para realizar la obra en sí. Y quedó fascinado por el lugar, ya que en muchas ocasiones tenía que pintar durante los ensayos de las orquestas, lo cual le sirvió para descubrir la maravillosa acústica del recinto, en gran parte debida a la forma y también a los materiales en los que está hecha la cúpula, para la que se usó el llamado yeso belga que una vez seco crea una superficie similar a la madera y que provoca una característica amortiguación del sonido.
Así que no podía mejor lugar para pintar esta Alegoría de la Música, el Canto y el Baile. Una obra que Raúl Soldi concluyó en 1966 y donde creó su particular concierto en el que intervienen tanto músicos como actores con sus máscaras. Una delicia de obra.