Iglesia de Atlántida
Este templo católico bajo la advocación de Cristo Obrero y de la Virgen de Lourdes se encuentra en la Estación Atlántida de Uruguay y se fundó en el año 1960. Y con el paso del tiempo se ha convertido en la gran obra del ingeniero uruguayo Eladio Dieste (1917 – 2000). Tanto es así que se trata de una obra que integra el listado de obra catalogadas como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Dieste ha pasado a la posteridad de la arquitectura latinoamericana como el “señor de los ladrillos”, ya que usó este tipo de material en todas sus obras más emblemáticas, aprovechando la liviandad del material pero reforzándolo con estructuras de acero e incluso un mínimo de hormigón. De hecho él mismo hablaba de que su forma de trabajar se basaba en el empleo de la cerámica armada. Y el truco de tal sistema es que podía aplicar formas muy singulares y curvas, capaces de resistir fuertes fuerzas precisamente gracias a su forma y no a su masa. Un enfoque realmente de ingeniero, su formación académica, ya que el título de arquitecto lo logró posteriormente y gracias a sus trabajos.
Sus sistema constructivo tuvo mucho aceptación por motivos estéticos pero también por sus costes bastantes económicos. Algo que aplicó a numerosas obras, y alcanzó sus cotas más interesantes en la llamada iglesia de Atlántida.
Se trata de un templo para capacidad para varios centenares de personas, y que cuenta con un llamativo campanario y también un baptisterio subterráneo. La iglesia tiene una planta rectangular con ecos de la arquitectura medieval italiana, pero su aspecto gracias al ladrillo y las superficies curvas de sus muros y también de sus bóvedas le confieren una apariencia muy moderna y llamativa.
En todo se ven interesantes juegos geométricos como en el campanario cilíndrico levantado a la derecha de la fachada principal con mampostería calada de ladrillo. Mientras que en el lado opuesto se halla la entrada en forma de prisma triangular al baptisterio subterráneo.
En cuanto a la iglesia en sí, es de una sola nave, sin que se necesiten ni columnas ni vigas. Con un presbiterio más remarcado por la textura de su enladrillado y por la entrada de luz que por cualquier otro elemento.
Pero más allá de sus logros estéticos y arquitectónicos, lo más interesante de la obra es que Eladio Dieste desde el primer momento está pensando en sus usuarios: los fieles de una población obrera. Y para ellos crea un edificio monumental, singular y con una gran personalidad, ya que considera que en muchas ocasiones la arquitectura también marca las desigualdades y él quiere que no ocurra eso en este caso.