Iglesia de San Luis de los Franceses en Roma
En la historia de Europa la ciudad de Roma siempre ha tenido un papel muy destacado ya que desde la antigüedad Roma fue el foco desde donde nació y se expandió la cultura romana, además el hecho de que la ciudad albergue en su seno los Estados Vaticanos la convierten en un referente para el mundo del arte ya que la vinculación entre arte e iglesia parece innegable. En este sentido podemos comprender como en la ciudad italiana surgieron importantes focos o colonias de otros países europeos ya fuesen españoles, alemanes o franceses; cada una de estas colonias por así decirlo, contaban con un monumento representativo de su país de origen que por aquel entonces podía ser similar a las actuales embajadas ya que era el referente de cada una de las patrias extranjeras.
La iglesia de San Luis de los Franceses, que aquí analizamos hoy, es una de esas iglesias que servían de representación para los extranjeros en Roma. El templo se levantó en el centro de la ciudad, en una plaza que lleva su mismo nombre y que no se encuentra demasiado lejos de la famosa Plaza Navona. El templo se encuentra consagrado a San María y a los santos Dionisio Aeropagita y a San Luis, rey de Francia y fue levantado en los primeros años del siglo XVI según los diseños de Giacomo della Porta.
Della Porta (1540 – 1602) fue uno de los arquitectos más prolíficos en la ciudad de Roma. Procedente de Lombardía el arquitecto comenzó su formación con Miguel Ángel y posteriormente con Vignola lo que le supondría ya cierto reconocimiento que le ayudó a hacerse un sitio en el panorama artístico del momento. Sin embargo en San Luis de los Franceses della Porta tan sólo se ocupó del diseño primigenio ya que la construcción fue llevada a cabo por el arquitecto Domenico Fontana (1543 – 1607). En la construcción del templo también participó el futuro Clemente VII que por entonces era el cardenal Julio de Médicis y en la construcción o más bien en la financiación del templo intervino la familia Valois sin la cual, la iglesia de los Franceses nunca se hubiese concluido.
En la arquitectura podemos observar una gran incursión de símbolos típicos de Francia de esta manera encontramos en las hornacinas de la fachada principal esculturas de santos como Santa Clotilde, Santa Juana de Valois o del mismísimo Carlomagno. En el interior nos encontramos con un templo de planta de cruz latina y tres naves con múltiples capillas laterales.
Es precisamente estas capillas las que han otorgado al templo un gran reconocimiento ya que en una de ellas se conservan los famosos frescos de Santa Cecilia realizados por Domenichino y en otra de las capillas –La Capilla Contarelli– se encuentran los famosos cuadros del artista barroco Caravaggio que fueron pintados entre 1599 y 1600.