Catedral de San Luis de Nueva Orleans
Este gran templo ubicado en el corazón histórico de la ciudad de Nueva Orleans plasma a las mil maravillas porque esta ciudad y todo el estado de Louisiana es distinto al resto del territorio de Estados Unidos. Y es que estamos ante un edificio que se comenzó a construir en el siglo XVIII y lo que le convierte en el templo de los católicos más antiguos de todo el país. Algo que tiene mucho que ver con el pasado colonial de Louisiana en el que tanto tiene que ver España y sobre todo Francia.
De hecho, tanto el nombre del estado como el santo al que tiene la advocación la Catedral de Nueva Orleans es un homenaje al rey Luis IX de Francia. Un rey del siglo XIII profundamente católico, y bajo cuyo reinado se comenzó a construir en París la bellísima Santa Capilla o se promovieron las Séptimas Cruzadas. Todos ellos motivos que hicieron que este monarca fuera santificado y se le conozca como San Luis.
Y por supuesto en el gran templo de Nueva Orleans se le recuerda abundantemente sobre todo relatando algunos de los episodios de su vida en las espectaculares vidrieras que bañan de luz su interior. Esas vidrieras son un rasgo más que relaciona esta iglesia con el estilo neogótico, pero lo cierto es que estilísticamente es un edificio bastante singular, lo cual se debe sobre todo a su larga historia de construcciones y reconstrucciones.
Sus orígenes se remontan a los primeros años del siglo XVIII, cuando se levantaría un primer templo con estructura de madera. Pero muy pronto aquella edificación se modificaría con un nuevo material: el ladrillo. Así permanecería durante gran parte del siglo, pero en 1788 fue arrasado por un gran incendio.
Por aquellos años, Louisiana estaba bajo dominio español, y prácticamente nada más apagar las llamas de aquel incendio se comenzaría su reconstrucción y en 1793 alcanzó el rango de catedral. De aquel templo se conserva las líneas generales de la planta, pero lo cierto es que a mediados del siglo XIX, de nuevo estando Nueva Orleans en manos de los franceses, se acometió una profunda reforma.
Hubo diversos cambios en la construcción pero los más llamativos fueron en su fachada. Por ejemplo, allí se distinguen tres grandes torres. Pues bien, en originalmente se cubrían con sendas cúpulas. Sin embargo, en 1851 se cambiaron por esos espigados chapiteles de recuerdo neogótico. Lo cual contrasta bastante no solo con el color blanco del resto de la fachada, sino también con el estilo neoclásico predominante en ella. Si bien es cierto, que originalmente todavía lo era más con un frontón más cerrado, en vez de esta sucesión de pisos y pilastras.
No obstante, ese aire clásico de la fachada de alguna forma se prolonga en el espacio interior de 3 naves y dos pisos creados a partir de una estructura de columnas, dinteles y la bóveda central. Algo bastante simple que contrasta con el animado altar rococó de la cabecera.