Iglesia mudéjar de la Magdalena en Zaragoza
Este templo forma parte del listado del Patrimonio Cultural de la Humanidad según la UNESCO por un excepcional ejemplo de la arquitectura mudéjar. Y se encuentra en una de las áreas más antiguas de ocupación de la bimilenaria ciudad española de Zaragoza.
De hecho, en el mismo solar que ocupa el templo actual habría un espacio religioso más antiguo, posiblemente de época románica. Sin embargo, durante la primera mitad del siglo XIV se construyó la iglesia mudéjar, planteada como un recinto de nave única, con un ábside y la torre campanario típica de estas construcciones.
Sin embargo, su desarrollo ha cambiado mucho con el paso de los siglos, tanto que en un momento dado el ábside o cabecera original se transformó en el lugar de entrada y así continua siendo en la actualidad. Pero desde el exterior, más allá de estar la puerta, este ábside no ha cambiado en exceso su aspecto, y se sigue observando su forma poligonal, en cuyos muros se mantienen los frisos de ladrillo decorativos, formados a partir de arcos mixtilíneos entrecruzados y cruces brazos romboidales. Unas formas ornamentales carismáticas dentro del arte mudéjar, un estilo único, que solo tuvo lugar en España, en los territorios reconquistados a los musulmanes y donde los artesanos mantuvieron durante siglos el influjo del arte islámico.
Pero si la arquitectura de ladrillo de la fachada-ábside es un elemento más que destacable de la iglesia de Santa María Magdalena de Zaragoza, sin duda alguna lo que más llama la atención es su torre campanario.
Como ocurre con otras torres mudéjares, también aquí la estructura arquitectónica es absolutamente idéntica a la de un alminar de estilo almohade de planta cuadrada y desde luego su aspecto volumétrico y su remate con forma de almenas está más cercano al de un torreón defensivo que al de un campanario.
Aunque esa idea de construcción militar se pierde por completo al observar la profusa decoración que recorre toda su arquitectura. En ella aparece todo el repertorio ornamental del que eran capaces los alarifes del siglo XIV, ya que las composiciones de ladrillos animan toda la fachada recreando frisos de arcos, cruces, rombos, etc, etc. Pero por si fuera poco, a esa decoración se le une la presencia de la cerámica vidriada en tonos verdes y blancos, con la cual se forman series geométricas, que le dan ritmo a torre y le aportan una variación de colores. Unos elementos que por otra parte están entre los valores más apreciados y singulares del arte mudéjar.