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Palacio Catalina

Publicado por Laura Prieto Fernández

A unos escasos veinticinco kilómetro de la antigua capital del Imperio Ruso, San Petersburgo, encontramos una de las construcciones de estilo rococó más destacadas de todos los tiempos, el conocido como Palacio Catalina que sería la residencia veraniega de los zares rusos. El estilo barroquista primero y después el rococó, expresaban a la perfección las necesidades del zar, la ambición de poder y su magnificencia se ha plasmado en las arquitecturas dejando un legado de bellísimos edificios que han llegado hasta nuestros días.

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En la actual ciudad de Pushkin, podemos encontrar este magnífico edificio que haría las veces de segunda residencia para la familia zarista. En torno al año 1717 la zarina Catalina I de Rusia encomendó al arquitecto de origen alemán Johann-Friedrich Braunstein la construcción de una residencia de verano que le permitiese alejarse del ajetreo de San Petersburgo. De esta primera construcción apenas quedan unos pocos restos ya que poco más de treinta años después, la emperatriz Isabel consideró que el palacio mandado construir por su madre no se ajustaba con los nuevos gustos de la época por lo que mandó derruirlo completamente y comenzar una nueva construcción, esta vez el arquitecto encargado de la obra sería el propio arquitecto de la corte, Bartolomeo Rastrelli. La suntuosidad del nuevo palacio de la emperatriz Isabel sobrepasó cualquier límite imaginable, en él se gastaron más de cien kilos de oro para decorar la fachada externa, además la construcción contaba con un buen número de esculturas y espléndidos jardines adornados fuentes y esculturas.

Con la llegada al poder de Catalina II la suntuosidad del palacio de su predecesora dejaba de parecer tan buena idea, de hecho la misma emperatriz calificó de locura la cantidad de dinero gastada en la obra. Catalina paralizó las obras de su predecesora e impuso en la construcción el gusto neoclasicista mucho más sobrio y sencillo, para ello contrató al arquitecto Charles Cameron que otorgó al conjunto de un estilo mucho más clásico y construyó unas habitaciones expresamente para la emperatriz, las conocidas como Habitaciones Ágatas.

La conocida como Enfilada Dorada son un conjunto de habitaciones y cubículos destacables por su espectacular suntuosidad, la mayoría de ellas son obra de Rastrelli y en ellas se encuentra el Salón Principal, una espectacular sala de fiestas que cuenta con más de mil metros cuadrados y fue construido entre 1752 y 1756, o los Comedores tanto el Blanco como el Comedor de Cortesanos; el segundo es sin duda mucho más suntuoso que el primero y en él se pueden apreciar numerosas esculturas doradas de gran calidad.

Pero sin lugar a dudas si una de las habitaciones del palacio destacaba por encima de las demás esa era la Cámara Ámbar, una lujosísima estancia cubierta con placas de ámbar de unos cincuenta y cinco metros cuadrados y más de seis toneladas del precioso material. La sala en origen pertenecía a Federico Guillermo I de Prusia y el zar pudo conocerla en uno de sus viajes a Prusia, en una muestra de buena voluntad Federico Guillermo decidió regalar la estancia al zar y las placas de ámbar fueron trasladadas una a una por el ejército prusiano.