Puente del Milenio en Newcastle
En otra ocasión ya os hablamos de otro Puente del Milenio en Londres y diseñado por Sir Norman Foster. Pues bien, ahora y sin salir de tierras británicas os queremos presentar el Puente del Milenio de Newcastle o de Gateshead, por ser las dos localidades que quedan unidas por este puente que salva las aguas del río Tyne, que desemboca muy cerca de aquí en la costa oriental de Inglaterra.
Como el anterior puente londinense que hemos citado también en este caso se tendió en el año 2000, de ahí su denominación. Si bien, el de Newcastle también se conoce popularmente como Winking Eye Bridge, que sería algo así como Puente del Ojo Guiñado. Y es que su principal cualidad es que este puente, de uso exclusivo para bicis y peatones es basculante. Todo él bascula, o sea se gira, para permitir el paso de embarcaciones por el río.
Esa es su cualidad más característica, la posibilidad de que todo su tablero gire gracias a unos enormes gatos hidráulicos, tres en cada orilla, y gracias a la fuerza de sus motores y rodamientos, se levanta y gira hasta 40 grados en menos de 5 minutos. Una elevación e inclinación que además sirve para la limpieza del puente, ya que por gravedad toda la posible suciedad cae en unos depósitos anexos.
Otra cualidad de este puente es que se montó de una pieza, siendo llevado hasta allí mediante unas enormes grúas flotantes. Un obra de diseño y ejecución bastante compleja que le valió el reconocimiento a su creador, el arquitecto Wilkinson Eyre. Y eso que no le fue fácil hacerse con el trabajo, ya que cuando se publicó el concurso para su realización, se presentaron hasta 150 proyectos. Si bien está claro que su idea cumplía con todos los requisitos, incluida la sostenibilidad energética de la obra y la armonía visual con otros puentes cercanos.
Y aunque sintonice, sin duda es un diseño de lo más rompedor, ya que el tablero curvado que sirve para el paso, y el arco absolutamente simétrico que sirve para su sustentación, según en qué posición se encuentren parecen un ojo gigantesco. Y es que hay que tener en cuenta que el tablero, cuando está en su posición cerrada, es decir cuando pueden pasar peatones y ciclistas está a tan solo un 1,5 del nivel del río, pero cuando pivota y se eleva, alcanza un galibo máximo de hasta 25 metros, lo cual ya permite el paso de embarcaciones de un tamaño respetable.
En definitiva, estamos ante una obra de un aspecto de lo más agradable, que pese a su tonelaje real transmite ligereza, y con una funcionalidad más que probada a lo largo de estos años. Es decir, un magnífico ejemplo de la arquitectura de puentes actual donde como siempre la ingeniería cobra un papel más que relevante.