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Revestimiento barroco de la catedral de Santiago de Compostela (II)

Publicado por Chus

obradoiro.jpg La llegada a Santiago de Compostela del canónigo José de Vega y Verdugo, hombre culto y entusiasta del barroco hizo de la ciudad un centro artístico de gran importancia para la arquitectura que terminará por irradiar a toda Galicia. Cuando llegó a Santiago le pareció insuficiente y un poco tosco el conjunto catedralicio, por lo que convenció al cabildo para cambiarlo según los patrones imperantes en la Europa del momento. Fue el artífice de la reforma exterior de la catedral ya comentada en el capítulo anterior y, también pretendía enriquecer el interior, realizando un gran baldaquino sobre la tumba del Apóstol, semejante al que Bernini había levantado en San Pedro del Vaticano. Así elige como soporte de la estructura del baldaquino la columna salomónica, pero aún va más allá y lo eleva sobre cuatro ángeles voladores. En esta obra trabajan diferentes arquitectos y maestros de obras, como Pedro de la Torre o Domingo de Andrade, quien se encarga de realizar como remate del mismo una pirámide horadada para que la luz contribuya a la dinamización del espacio.

Pero el remate exterior barroco por antonomasia del conjunto compostelano, lo constituye la Fachada del Obradoiro, obra culminante de Fernando de Casas y Novoa, construida en la primera mitad del siglo XVIII, también en granito gallego.

Se trataba de realizar una fachada grandiosa, adecuada a la enorme plaza que se abre a los pies de la catedral y a la importancia que esta iglesia tiene en el conjunto del mundo católico. Debía proteger además el extraordinario conjunto de escultura románica del maestro Mateo, el Pórtico de la Gloria, de finales del siglo XII.

La fachada se concibe como si fuese un enorme decorado teatral, es una fachada telón, ya que si su altura ni su anchura se corresponden con el interior. Casas se somete a las construcciones precedentes, como la Torre de las Campanas y así el resultado son dos torres grandes y cuadradas, con impulso vertical, como pedía la gran torre del reloj. En ellas se sitúan varios cubos, siendo los superiores menores y abiertos en sus cuatro lados por vanos de arco de medio punto que albergan las campanas. Una serie de estípites y pináculos retorcidos coronan cada una de estas torres, que encuadran la portada propiamente dicha. Ésta está constituida por una especie de “espejo”, de grandes ventanales divididos que se hacen coincidir en altura con las naves de la iglesia, ya que era necesario iluminar el recinto, sobre todo el Pórtico de la Gloria. Toda la arquitectura se taladra y en el remate coloca una hornacina perforada, una especie de espadaña con la imagen del Apóstol Santiago. Como además esa fachada debe recibir a los peregrinos, le incorpora la escalera exterior de acceso que ya había realizado a primeros del siglo XVII, Ginés Martínez para salvar el desnivel del terreno tras el allanamiento hecho para la gran plaza del Obradoiro. En la grandiosa fachada, el espacio resultante diseña una especie de abrazo dedicado a recibir a los peregrinos, con una idea simbólica semejante a la de la plaza de San Pedro del Vaticano de Bernini.