San Quirze de Pedret
La iglesia de San Quirze de Pedret o San Quirico de Pedret es uno de los templo románicos mejor conservados y más destacados del románico catalán. Ubicado en la comarca de Berguedá, Barcelona, su historia es confusa y pocos son los dotas que se pueden confirmar con exactitud.
Parece ser que el templo románico que hoy observamos en Pedret es fruto de una ampliación sobre una iglesia prerrománica anterior construida en torno al siglo IX y que presumiblemente sería parte de un cenobio femenino que posteriormente se disolvería. En origen esta primitiva iglesia tan sólo contaría con una nave – hoy la nave central- con cabecera poligonal y un pequeño acceso al templo que se realizaría a través del muro oeste. En torno al siglo X la primitiva construcción fue ampliada añadiéndole dos naves más –más estrechas y bajas que la nave central- cuyo testero se configuraba a partir de sendos arcos de herradura. El acceso a estos nuevos ábsides se realizaba a través de dos grandes arcos torales de herradura apoyados en gruesas columnas de capiteles corintios.
La nave del lado sur se ha visto truncada en gran medida, quizás en alguno de los terremotos del siglo XV, y hoy encontramos en su lugar un pequeño espacio porticado que cubre la portada de acceso al templo construida en el XIII.
El exterior es sencillo y sobrio, reflejo de los volúmenes espaciales interiores y en él destaca la presencia de una gran espadaña fruto de intervenciones posteriores.
Pero quizás lo más destacado del templo de San Quirze no sea su arquitectura reflejo de su larga historia y sucesivas intervenciones, sino las magníficas pinturas murales que ornamentan los muros de este templo románico. En el ábside poligonal encontramos las pinturas más antiguas, de la fase prerrománica, en la que aparecen representados por un lado una cruz griega con un clípeo en el que se observa la figura de un caballero y flanqueando la cruz las figuras de una especie de perro y un hombre. Al otro lado del vano aparece, también en un clípeo, la figura de un orante y fuera de él un pavo real.
El resto de las pinturas -hoy trasladadas a distintos museos de la zona- eran de época románica y en ellas debían de aparecer los martirios de San Quirico y su madre, ambos patrones de la iglesia, también había pinturas representando a las vírgenes necias y las vírgenes necias y una gran mandorla mística en la que aparecía representada la virgen con trono divino de su hijo. El conjunto se completaba con una representación humanizada de la iglesia y decoraciones geométricas y de cortinajes en las zonas inferiores siguiendo el gusto del prerrománico asturiano.
A mediados del siglo XX la Diputación de Barcelona se hace cargo del templo comenzándose los mayores trabajos de restauración allí emprendidos. Camil Pallás fue el encargado de acometer la restauración y puesta en valor de la iglesia, se intentó con gran acierto respetar la edificación más primitiva señalizando adecuadamente los añadidos arquitectónicos de cada intervención.