Torres XI en Nueva York
En una ciudad como Nueva York, meca de la arquitectura contemporánea desde hace décadas, es muy difícil que un nuevo edificio llame la atención. Y sin embargo esta construcción doble de las Torres XI del arquitecto danés Bjarke Ingels lo ha conseguido.
Por cierto este arquitecto y su firma BIG cada vez está más presente en los proyectos neoyorquinos, sobre todo desde que participó en el diseño de la Torre 2 del nuevo World Trade Center, el gran proyecto arquitectónico de la ciudad tras los tristes atentados del 11 de septiembre de 2001. Y hay que decir que la participación de Ingels en esa construcción tan emblemática se ha producido sustituyendo ni más ni menos que al prestigioso Norman Foster, autor de obras tan reputadas como el Puente del Milenio de Londres o el Shanghai Bank de Hong Kong.
Pero retornemos a una obra más modesta, pero muy atractiva. Así podemos definir las Torres X I que ha levantado en el barrio de Chelsea de NYC. Se trata de dos obras de pequeño tamaño en comparación con los rascacielos de Manhattan, ya que una mide 91 metros y tiene 26 pisos, mientras que la otras alcanza los 122 metros para sus 36 plantas.
No obstante, no destacan por sus dimensiones si no por su forma. Una forma completamente asimétrica que no es un mero capricho del autor, sino que con ello pretendía que una no interfiriera en la visión de la otra. De esta manera el resultado se asemeja más a una danza que a un bloque de viviendas.
Además, a esa atrevida disposición ayudan los materiales de su fachada, básicamente enormes ventanales de vidrio y un revestimiento de piedra de travertino. Y los propios giros y torsiones en la forma de las fachadas hacen que la luz vaya cambiando su incidencia a lo largo del día, generando sombras muy dinámicas.
En definitiva, se trata de un edificio muy atractivo a la vista, y desde luego es algo así como un nuevo reto arquitectónico, superado por uno de los arquitectos con más proyección a nivel mundial.
Por cierto, la denominación de Torres XI no tiene nada que ver con los números romanos ni que fuese un supuesto undécimo trabajo de esta firma arquitectónica. La explicación es muy simple: en los bocetos previos una torre se identifico con una x y la otra con la i, como si fuera una ecuación de segundo grado. Y la verdad es que tiempo después, una vez descubierta esas dos incógnitas, el resultado es de lo más singular y novedoso.