¿Ariadna o Cleopatra?
En muchas ocasiones la identificación iconográfica de la obra es uno de los aspectos más difíciles de identificar en cuanto a su análisis, los expertos plantean una o varias hipótesis que a menudo cambian con el paso de los años, las nuevas técnicas de estudio etc. esta cuestión en absoluto resulta baladí ya que para el hombre, quizá equívocamente, el disfrute del arte asa primero por comprender su interpretación. En este sentido podemos señalar como algunas de las obras más destacadas de todos los tiempos presentan aún hoy, una complicada interpretación iconográfica; uno de los ejemplos más llamativos es la complicada iconografía de algunas esculturas que se han identificado como Ariadna o Cleopatra.
En los fondos del Museo del Prado de Madrid podemos encontrar una de estas esculturas. De origen romano la obra perteneció a la colección personal de Cristina de Suecia quién tras abdicar de su trono se instaló en Roma y comenzó a coleccionar un buen número de obras de la Antigüedad clásica. De esta manera la reina se hizo con esta pieza tan singular que posteriormente fue adquirida por los monarcas españoles Felipe V e Isabel de Farnesio para decorar los jardines de su nuevo palacio en la Granja de San Ildefonso.
La pieza representa a una mujer tumbada con las manos por encima de su cabeza en una posición durmiente mientras aparece tapada por una túnica que se pega a su anatomía formando pequeños pliegues. En uno de sus brazos la escultura porta un precioso brazalete con forma de serpiente enroscada, es precisamente esta joya la que hizo pensar que la escultura pudiese representar a Cleopatra en lugar de a Ariadna, sin embargo las investigaciones realizadas al respecto han identificado a figura como la hija de Minos y no como la reina de Egipto.
En los Museos Vaticanos encontramos una escultura antigua en la que se ha vuelto a reproducir el mismo debate que en la escultura del Prado. Según la ficha del propio museo, la pieza fue comprada por el mismo papa Julio II a un anticuario con el fin de que decorase los jardines del palacio Belvedere. Fue el propio Baltasar Castiglione quien identificó la iconografía como Cleopatra, al leer en un tratado antiguo como el ejército de César volvió de Egipto con una escultura de Cleopatra siendo mordida por una serpiente. La dama aparece más incorporada que la obra del Prado si bien aún mantiene esa misma postura de durmiente y en su brazo lleva la misma serpiente que la Ariadna del Prado sólo que en la obra del Vaticano tardó algo más en ser identificado con un brazalete y no con una serpiente real.
En ambas obras parece que hoy su iconografía está más clara que nunca decantándose en ambas por la hipótesis de Ariadna, si bien las conclusiones aún no son definitivas y aún hoy continúan levantándose algunas voces disidentes al respecto, incorporando nuevas teorías –en ambas obras también se planteó la posibilidad de que representase una ninfa- y aumentando la polémica.