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Cristo de la Clemencia, Martínez Montañés

Publicado por Laura Prieto Fernández

El conocido como Cristo de la Clemencia que realizó Juan Martínez Montañés es una de las obras de temática religiosa que más ha inspirado a la devoción. A lo largo de la historia del arte, la idea del crucificado se ha representado en multitud de ocasiones ya que en su iconografía encontramos una doble vertiente: por un lado, la idea de la entrega de amor absoluta a los hombre por parte de Dios al condenar a su propio Hijo por la salvación de la humanidad; por otro lado, la idea de la muerte y crucifixión de Jesús va ligada a la de la resurrección como Dios verdadero. De esta manera podemos comprender por qué ésta es una de las simbologías más repetidas a lo largo de la historia del arte.

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En esta ocasión nos encontramos ante una talla realizada en madera por el artista Juan Martínez Montañés que se encuadraría dentro de la estética barroca –su realismo y carácter devocional así nos lo indican-. Por otro lado podemos destacar como en esta época se desarrolló por gran parte de Europa y muy especialmente en España, múltiples obras de imaginería es decir, piezas religiosas talladas en madera con un profundo carácter devocional e inspirador y que a menudo procesionaban.

Martínez Montañés (1568 – 1649) es una de las grandes figuras de la escultura española y concretamente de la escuela andaluza. El artista se formó en granada junto con el escultor Pablo Rojas y pronto comenzó a cosechar grandes éxitos, trabajó para algunos de los comitentes más importantes de su época realizando grandes retablos y esculturas pero a diferencia de sus coetáneos, Montañés nunca se dedicó a los pasos procesionales.

La obra que aquí nos ocupa se encuentra en una de las capillas de la Catedral de Sevilla, fue encargada por Mateo Vázquez de Leca quien deseaba tener un crucificado en la cabecera de su capilla personal y quien además dejó establecidas las bases de cómo éste debía ser. Según nos informan las fuentes bibliográficas y el mismo contrato de la pieza que aún se conserva, el crucificado debía estar mirando hacia el espectador directamente, por eso el Cristo de Montañés baja y ladea su cabeza mirando al orante y dejando ver sus últimos alientos de vida. Si bien la talla en madera es de Montañés, fue Pacheco quien se encargó de la policromía.

Pese a ser un Cristo barroco estamos ante una figura bastante comedida, tan sólo unas pequeñas gotas de sangre manchan su rostro y su torso y sus gestos no son excesivamente dramáticos. Pese a tener las piernas cruzadas, sus pies se desligan entre sí por lo que resulta fundamental para su sujeción utilizar cuatro clavos y no tres. Su cuerpo es atlético y bien musculado, la anatomía se encuentra muy definida quizás por influencia del propio Miguel Ángel y como prenda tan solo porta un paño de pureza blanquecino. Coronando su cabeza encontramos la famosa corona de espinas, en realidad son gruesas ramas de espino que se han trenzado y que forman una especie de casquete.