La claridad en las montañas de Friedrich
Caspar David Friedrich fue un pintor alemán fundamentalmente paisajista, pero como buen pintor romántico de su tiempo, no se dedicó a sacar su caballete al aire libre y pintar paisajes reales. Sus obras nos presentan paisajes de aire espiritual, plasmando en ellos los sentimientos y las reflexiones que le provocan esos ambientes naturales, con los que no duda en fantasear incorporando elementos, también naturales o humanos para refrendar su mensaje.
En este caso vemos a lo lejos y en el centro una arquitectura de características góticas, cuya presencia sirve como símbolo para evocar una época en la que se adoraba la oscuridad y había un claro sentido de la ascensión. Esta arquitectura en ruinas, junto a los troncos y ramas deshojadas del paisaje son esos elementos verticales que aluden hacia la ascensión.
Vemos como fracciona prácticamente en dos la tela. La parte inferior, más estrecha, correspondiente a lo terrenal y la superior, mucho más ancha, que es lo celestial y lo espiritual.
En la parte baja, correspondiente a la tierra, reina la sombra y las oscuridad, y las formas de la naturaleza son nítidamente irregulares y están totalmente desordenadas. Mientras que arriba el cielo, bañado por la luz está casi como desdibujado, como si fuera un segundo plano.
Algo habitual en muchos paisajes de Friedrich es que son imágenes que reflejan el estado de ánimo característico de la lírica romántica. En muchas ocasiones son paisajes desolados, como éste que vemos en La claridad en las montañas, unos panoramas que llegan a recordar al espíritu de los paisajes chinos, tan lejanos pero tan íntimamente ligados a las ideas poéticas del Romanticismo.
En todos sus paisajes hay símbolos y misterios, a partir de la presencia de sombreados, brumas y oscuridades. Es decir, la pintura de Caspar David Friedrich nos muestran que fue un portento en el empleo de la luz pictórica, ejemplificado aquí por ese resplandor del sol, aunque en otras ocasiones plantea el mismo tiempo de efectos pero utilizando como foco de luz los claros de la Luna.
Él contemplaba la naturaleza y luego llevaba esa visión al cuadro pero con un componente espiritual y casi religioso, si bien nunca pudo renunciar al realismo en los primeros planos. Algo que aquí se manifiesta con las figuras de personas que se acercan hasta esas ruinas arquitectónicas del centro del cuadro. Todas sus obras transmiten esa visión casi mística del paisaje, pero por si quedara alguna duda sobre sus intenciones artísticas, incluso dejó escrita su idea de la pintura: