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Las Montañas Rocosas, pico de Landers, de Bierstadt

Publicado por A. Cerra

Montañas Rocosas, pico de Landers, de Bierstadt

Albert Bierstadt (1830 – 1902) nació en Alemania, si bien desde niño creció en New Bedford, en el estado de Massachusetts. Y aunque es verdad que siendo joven retornó a Alemania durante unos cuatro años para proseguir con su formación pictórica, también es cierto que se le debe considerar como un pintor estadounidense. Hasta cierto un prototipo de algunos artistas de ese país que durante el siglo XIX mezclaron de una forma singular el romanticismo y el realismo, sobre todo a la hora de acometer los paisajes.

Un ejemplo paradigmático de esto es la obra Montañas Rocosas, pico de Landers, que Bierstadt realizó en el año 1863, y que hoy cuelga de las salas del Metropolitan Museum de Nueva York.

Es una pintura grandiosa, literalmente, ya que tiene unas dimensiones considerables de 186 x 306 cm. Una superficie acorde con la grandiosidad del paisaje del oeste de los Estados Unidos que nos está presentando. En ese tipo de vistas repletas de espectacularidad se especializó Bierstadt. Pero a diferencia de lo que estaban haciendo otros paisajistas contemporáneos suyos en Europa, él no pintaba al aire libre.

Él sobre todo tomaba apuntes del natural, y también hacía fotos. Y con ello hacía posteriormente las obras en su estudio. Por ejemplo, para este cuadro, se sabe que en el año 1859 había hecho una expedición al oeste, y allí haría distintos bocetos, pero sería mucho después cuando finalmente acometió este enorme lienzo.

Esa característica, lo convierte en uno de los pintores más emblemáticos de la llamada Escuela del Hudson. Este grupo de artistas se denomina por el río que baña Nueva York, al ser habitual que pintaran sus riberas, así como las montañas cercanas de Vermont o New Hampshire. No obstante, también a veces se les llama “luministas” por su particular modo de plantear la luz en sus paisajes.

El grupo lo integraba el propio Bierstadt, junto a otros como Martin Johnson Heade o Frederic Edwin Church, y todos ellos pretendían crear imágenes con las que rendir tributo a los grandes paisajes de Estados Unidos.

Es decir, les guía un espíritu de lo más romántico, e incluso nos plantean como el hombre vive en perfecta armonía en esos territorios salvajes, tal y como vemos en el cuadro de las Rocosas, donde un poblado indio está asentado en el valle y a orillas del río. Ya solo con ese detalle, ya nos podemos imaginar que se trata de una visión idealizada que se concibe en el estudio de trabajo, porque difícilmente el pintor iba a estar en ese lugar con su caballete pintado un cuadro de tan descomunal detalle.

Y dentro de esa recreación a posteriori, la verdad es que es admirable el tratamiento de la luz. Crea como focos de luz natural para destacar ciertos elementos del paisaje. La panorámica es el gran protagonista, y de hecho en él se pierden por completo los indios o los animales.