Puesta de sol en Yosemite de Albert Bierstadt
Los paisajistas norteamericanos de la segunda mitad del siglo XIX representan los ecos de la pintura romántica europea al otro lado del océano. Son artistas que se caracterizan por querer plasmar visiones irreales en paisajes reales, y para ello un elemento clave es la luz. Una luz que siempre tiene algo de trascendencia, de efecto divino, algo que logran gracias a su peculiar paleta de colores para este tipo de iluminaciones donde no faltan colores tan fueres como el violeta, el amarillo y el rojo intenso. Todos ellos están presentes en este cuadro de Bierstadt realizado en 1863 y que forma parte de la colección Thyssen Bornemisza.
Albert Bierstadt, de origen alemán, fue uno de los paisajistas más reputados de esa época en Estados Unidos con obras como esta o su célebre Pico Landers. Bierstadt emprendió junto al escritor Fritz Hugh Ludlow una expedición al Salvaje Oeste. Un largo viaje de más miles de millas que les hizo atravesar los parajes más hermosos y agrestes de los estados de Colorado, Wyoming, Utah, Nevada, California y Oregón.
Obviamente durante toda esa aventura Bierstadt tomó infinidad de apuntes o realizó pequeños óleos con las vistas contempladas. Algo que el propio Ludlow dejó reflejado en sus escritos, ya que contó cómo el pintor se sentaba en su “divino taller y comenzaba a trabajar siguiendo el único método para que un artista sea auténtico y un paisaje tenga vida, o sea, tomando apuntes de color del natural”. Un material muy valioso con el que posteriormente Bierstadt realizó unos panoramas de gran formato, con unas dimensiones ideales para plasmar toda la fuerza de esos grandiosos lugares.
Uno de los que representó en numerosas ocasiones fueron las montañas y valles de Yosemite en el estado de California. Sin duda un lugar espectacular, pero quizás todavía más sublimado por las imágenes de Bierstadt, capaz de aportar un tono mítico a las vistas. Con una iluminación prodigiosa y un efectismo formidable, tanto que algunos estudiosos lo convierten en un antecedente visual de lo que luego filmará el cine de Hollywood.
No cabe duda de que el grado de fama que alcanzaron sus obras en Estados Unidos fue muy alto, así que tampoco se puede negar que influyera en cineastas posteriores. Pero lo que es evidente que tanto él como las fotografías estereoscópicas que tomaron sus hermanos de estos ríos, valles y montañas contribuyeron a que la región acabará por recibir la protección de un parque nacional. Sin duda todo un hito para el arte, partícipe en este caso de un cambio legislativo para la conservación de la naturaleza.