La montaña de Sainte Victoire de Cézanne
A mediados de los años 80 del siglo XIX el pintor Paul Cézanne eligió esta montaña francesa como motivo para su pintura. Y la retrató en numerosas ocasiones. Unas composiciones de paisaje que alternaba con la realización de obras centradas en bodegones o naturalezas muertas.
Y el resultado de pintar en repetidas obras este lugar es clave para comprender el posterior desarrollo de la pintura cubista. Porque Cézanne observa el paisaje y lo va dividiendo en zonas a partir de cubos grandes y pequeños que él abstrae de la realidad, y va disociando volúmenes y creando sus propias estructuras, para agruparlas finalmente todo en una sola masa con la que crea la imagen última.
A esta investigación pictórica que llevó a cabo Cézanne hay que sumarle la influencia de las estampas japonesas que tanto les fascinaron a muchos pintores postimpresionistas. Y de hecho, Paul Cézanne con esta serie de pinturas de la Montaña de Sainte Victoire quería crear una especie de imaginario equivalente a las muchas estampas dedicadas al Monte Fuji por los artistas japoneses.
El resultado es el de unos cuadros que más que descriptivos de ese paisaje y de las acusadas formas de la montaña, se trata de imágenes emotivas. Todo ello conseguido a partir de su particular empleo del color y su característica geometrización.
Y es que Cézanne siendo un pintor postimpresionista, partió de presupuestos impresionistas para sus obras, especialmente en los muchos paisajes que realizó, retratando desde el golfo de Marsella hasta el castillo de Medan en el que visitaba a su amigo, el escrito Emile Zola, pasando por sus paisajes mediterráneos de L’Estaque, casualmente un lugar que también pintor uno de sus herederos pictóricos, el pintor cubista George Braque.
En todos estos paisajes, progresivamente va perdiendo importancia el color respecto a la forma, sobre todo las geométricas. Y cada vez es más reconocible su trazo de la pincelada, porque si por algo son reconocibles las obras de Cézanne es porque fue capaz de imprimir su gesto en el lienzo.
Y aunque ya se ha dicho que Cézanne hereda del Impresionismo esa costumbre de pintar paisajes, lo cierto es que sus puntos de partida son diferentes. Los impresionistas como Monet veían en un paisaje el espacio para cambios de luz y de color, sin embargo para Cézanne los paisajes no son más que vistas de un plano muy sólido y muy denso, saturado de color. Y es la articulación de esos planos de color, lo que va determinando sus formas y organiza los volúmenes en el espacio.
Semejante teoría acarreaba que cada parte de un cuadro de Cézanne sea fruto de muchísima reflexión, porque cada tono está dirigido hacia el resto, y no deja nada al azar. De hecho una de sus frases más célebres es la que dice que “cuando el color lograr su riqueza, la forma está en su plenitud”.