Descendimiento de San Juan de las Abadesas
Durante la época románica la escultura siempre estuvo ligada a la arquitectura, de hecho son relativamente muy pocos los ejemplos que se conservan de obras exentas en esta época ya que la escultura se reservaba como un elemento decorativo de las construcciones arquitectónicas siempre ligada a los capiteles, portadas o jambas de los templos. Además y como sucedía con la pintura, la escultura gozaba de un fuerte carácter didáctico; en un tiempo en el que la mayoría de los fieles carecía de estudios o eran analfabetos, las imágenes suponían el único vehículo de trasmisión de conocimientos. Ello explicaría la presencia de seres monstruosos en los capiteles de las iglesias, amenazantes para los fieles si éstos se atrevían a apartarse del camino de la rectitud.
Sin embargo en las últimas décadas de la estética románica, en lo que se ha conocido como Románico final o Protogótico -por anunciar la llegada de los nuevos parámetros artísticos de la estética gótica- empezamos a encontrar algunas esculturas de bulto redondo que van más allá de la típica imagen de devoción, son grupos escultóricos formados por varias figuras en las que se comienzan a apreciar algunos rasgos de la estética goticista con mayor naturalidad o libertad de movimiento.
La mayoría de estos grupos los encontramos situados en el ábside principal de los templos, haciendo las veces de altar mayor en una época en la que los grandes altares comienzan a aparecer. Todas estas características las encontramos en el grupo escultórico de El Descendimiento que se encuentra en la iglesia de San Juan de las Abadesas un antiguo monasterio catalán fundado a mediados del siglo X, en torno al año 945.
El grupo escultórico que aquí analizamos es algo posterior, de mediados del siglo XIII y en él encontramos siete figuras: Jesucristo, María, San Juan Evangelista, José de Arimatea, Nicodemo y los dos ladrones crucificados junto a Jesús de los cuales se estima que Dimas, debió ser ejecutado con posterioridad ya que no sigue las mismas características que el resto de las figuras del grupo.
Todas ellas son piezas realizadas en madera policromada. En el centro de la composición el cuerpo de Jesucristo ya muerto, es bajado de la cruz por José de Arimatea y Nicodemo quienes no establecen ninguna conexión entre ellos. Paradójicamente uno de sus brazos de Jesucristo se estira en dirección a su Madre algo evidentemente, poco realista. Por su parte la Virgen María levanta los dos brazos en un gesto que está a medio camino entre la súplica desesperada y el dolor. A su lado San Juan Evangelista se lleva una de sus manos a la cara como muestra de aflicción mientras que con el otro brazo sostiene su propio Evangelio. Completando el grupo aparecen las figuras de los dos ladrones que miran directamente al frente sin establecer conexión alguna con el resto de los personajes.
Sea como fuere y a pesar del aislamiento de las figuras lo cierto es que este Descendimiento muestra algunas de las características que poco a poco darán paso a la estética goticista.