El caballito blanco de Altötting
Estamos ante una manifestación del arte de la orfebrería durante el periodo gótico. Muchas piezas de aquel momento no han llegado hasta nuestros días por avatares de la historia, pero en realidad fueron muy habituales entre los siglos XIV y XV, ya que encargaban muchas los altos cargos de la iglesia, así como los aristócratas y la realeza. Ese es el caso de esta pieza que se conserva en el santuario alemán de Altötting, la cual un encargo de la reina Isabel de Baviera para regalársela a su marido, Carlos VI de Francia, el día de Año Nuevo de 1404.
La pieza, creada con los más finos materiales, no se sabe si la hizo un orfebre francés o alemán, pero lo que está claro es que se adscribe al estilo imperante en las cortes del momento: el Gótico Internacional. Una estética definida por las líneas elegantes, los colores en tonos muy delicados y una limpieza de líneas y formas.
En realidad, la pieza nos muestra una Virgen con el niño en la parte más alta. Una figura que culmina la parte más alta y queda enmarcada por una especie de parrilla de flores tras ella. Unas flores a un tamaño diminuto y que sin embargo están representadas con todo detalle, y no solo eso, sino que en sus hojas y pétalos se descubre el uso de diversas piedras preciosas o minúsculas perlas.
El rey propiamente dicho también está representado en la pieza. Se encuentra arrodillado a los pies de la virgen, en la parte izquierda. Un rey ataviado con sus mejores galas, y que se complementa con la compañía de un paje al otro lado. El paje también está arrodillado y sostiene el yelmo de su señor.
Mientras que en la parte inferior está el elemento por el que se ha pasado a denominar esta pieza. Se ve un caballo blanco cuya brida agarra un palafrenero. Es el caballo del rey, el cual ha desmontado y ha subido por la escalera lateral y dorada a honrar a la figura de la Virgen con el Niño.
De esta manera en una misma obra el artista ha conseguido fundir el aspecto protocolario y aristocrático con el sentimiento religioso. Todo de forma muy ágil y visual. Y a una escala realmente pequeña, ya que nos tenemos que hacer idea de que todo el conjunto, con todas sus escenas, figuras y deliciosos detalles alcanza una altura que apenas supera los 60 centímetros. Una delicadeza de finales de la Edad Media que tras más de 600 años de historia ha llegado prácticamente íntegra hasta nuestra época.